Como
cada año, cumplo con el ritual de ver en su día de estreno la más reciente película
de Woody Allen, y como cada año, especialmente en los últimos, espero que no me
sorprenda con alguna de las rarezas con las que tanto se prodiga, últimamente. Pero no ha habido suerte.
Me
gusta el Allen despistado, con sus recurrentes obsesiones y sus torpezas en las
relaciones personales; el Allen anonadado por la complejidad de la vida afectiva o por los sujetos acosados por
sus propias limitaciones o sus complejos, más o menos inconfesables. Me gusta
el Allen torpe pero cínico a la vez. Fóbico
e hipocondriaco. Traumatizado y
cómico. Inseguro. Me gustan sus apariciones en pantalla que creo no han
perdido, con el transcurso de los años, ni un ápice de su chispa. Pero el Allen alejado de su más genuino estilo
no me interesa lo más mínimo. De este grueso de películas, que tanto proliferan
en los últimos tiempos, salvaría apenas dos o tres (“Match point”, “Blue Jasmine”
y poco más), porque he de confesar que
no conecto con la mayoría. Citaré algún ejemplo
como “Vicky, Cristina, Barcelona”
o “Cassandra´s dream” pero hay muchas otras. Y por alguna razón estas son cada
vez más frecuentes en su cinematografía. Imagino que rondar los 80 te hace
abandonar determinadas dudas
existenciales, ajustar tus “preocupaciones” vitales, lo cual explicaría la
evolución de su cine, pero en todo caso, el producto de esta evolución me deja
completamente indiferente.
Y
esto es exactamente lo que me ha ocurrido con “Magia a la luz de la luna”.
Alejada de su New York natal, se desarrolla la historia en la Europa de los
años 20 (Berlín aparece de refilón, Francia donde se desarrolla la acción) ambientación habitual en sus últimos trabajos, lo que ya da muestras de que
estamos ante una de sus obras “de la nueva hornada”. Y sí, también se plantean
temas recurrentes en su filmografía (el
mundo de la magia, alegoría de la fabulación y de la fantasía contrapuesto a la realidad plana
y carente de estímulos, cuyo escenario
siempre se sitúa en la “idílica Europa”
de entreguerras), pero por razones que desconozco no termina de entusiasmarme. ¿Cómo
es posible que, en su dualidad el Allen primigenio me lleve hasta el éxtasis y
en cambio este “renovado” Allen no me
diga nada?
También
para mí es un misterio, pero es un hecho confirmado. Hay un Allen que me
resulta del todo extraño, insospechadamente ajeno.
Y
no es que me aburra, no es eso, es que salgo del cine con la sensación de que bien podría haber dedicado mi tiempo a cualquier otra cosa. Es, pues, esa sensación de vacuidad la
que me desconcierta por lo inesperada.
Fútil,
ligera, intrascendente, muy lejos de sus
obras más genuinas y brillantes, no me permite conformarme. A muchos gustará, yo siempre espero más de
Woody Allen. Mucho más. Otra vez será!
Alicia
dixit
domingo, 16 de noviembre de 2014
RELATOS
SALVAJES
DE
DAMIAN
SZIFRON
Ir
a ver cine argentino es una experiencia que en muy pocas ocasiones defrauda.
Esta cinematografía (aunque aquí entre los productores estén los hermanos
Almodóvar) no cuenta con un gran presupuesto, pero si anda sobrada de talento.
Así, dispuesto a pasar un buen rato entras en la sala sabiendo, de antemano,
que te lo vas a pasar bien. Únicamente surge una duda ¿con qué intensidad
disfrutarás? y ¡oh! sorpresa desde el primer minuto ya estás convencido de que
vas a asistir a una genialidad.
La
película se compone de una sucesión de cortometrajes. Cada uno de ellos con una
intensidad y una maestría propia de este género. En un abrir y cerrar de ojos
todas y cada una de las historias te engancha. La velocidad con que se
desarrolla la trama y el desenlace de las mismas, no te permite otra cosa que
intentar no perderte ni el más mínimo detalle de lo que está sucediendo.
Todas
las historias están conectadas entre sí, con un hilo conductor. Qué sería de
nuestra voluntad si las normas de urbanidad, ante una situación cotidiana,
desaparecieran. Sin estás reglas y su efecto directo sobre la convivencia de
las personas el mundo no podría ni mantenerse, ni avanzar. Con este pensamiento
central el director va presentando las diferentes narraciones pero no como en una
película de terror (que sería, a simple vista, la idea más cercana al
desarrollo del film), si no que nos lo muestra como una comedia.
En no pocas ocasiones resulta de terror cómico
la imagen que de nosotros mismos trasladamos cuando nos ponemos frente al
espejo de la convivencia. Éste, nos refleja nuestros más bajos instintos en
lugar de la figura amable que forzadamente nos vemos obligados a mostrar ¿Quién
ante determinadas situaciones a las que te tienes que enfrentar en tu vida
cotidiana no ha sucumbido a la tentación de imaginar que sucedería si uno
pudiese romper las normas de entendimiento no escritas y actuar siguiendo el dictado
de sus impulsos más primitivos? ¿Qué sensación de gratificante liberación
disfrutaríamos si, por un momento, pudiésemos actuar sin escondernos tras esas
reglas del juego?
Además
el esquema de progreso de la obra es perfecto para los objetivos que pretende
conseguir. No se produce un desarrollo de cada historia, únicamente se queda en
el impacto que nos va a causar, mostrándonos una serie de estereotipos. Este
planteamiento es otra de las muchas genialidades que maneja a placer el
director de esta magnífica obra.
Por
último y de forma muy destacable hay que resaltar la gran interpretación de
todo el elenco de actores y actrices desde los más conocid@s a l@s más
desconocid@s. Es difícil distinguir sobre quien recae el peso de ser el
autentico protagonista con el que se asocie el conjunto de las intrigas. Todas
y cada una de ellas tienen un protagonista diferente que hacen su trabajo con
un nivel de excelencia tan alto que es imposible resaltar a alguno sobre los demás.
Sorprendentemente no se vislumbra ningún conflicto de egos, lo que termina de
redondear la película.
Hay
que ver lo que dan de sí unos cuantos cortometrajes.
Germán.
DOS
DÍAS, UNA NOCHE
DE
JEAN-PIERRE
DARDENNE Y LUC DARDENNE
Dos líneas
para comentar esta singular película belga. Con un planteamiento novedoso,
se nos propone una historia demoledora sobre la condición humana. Por alguna
sinopsis leída y algún comentario escuchado, yo ya iba preparada a
afrontar una película pesimista. El
calificativo usado por quien me
la recomendó para definirla fue el de
“triste”. Adjetivo que se queda corto.
Es una película devastadora, porque nos muestra las más abyectas señas de
identidad del género humano con la excusa de un conflicto laboral. Ahora bien, difiero
de los que la conciben como una película sobre la
barbarie del capitalismo reinante. En mi
opinión no es una reflexión sobre la
dureza de las condiciones laborales en un mundo capitalista donde los objetivos
empresariales solo pasan por la consecución de beneficios económicos (nada
nuevo nos descubriría, en tal caso) a costa del desprecio más absoluto por los trabajadores. Es algo peor. No se plantea una
dialéctica de clases (obrera/empresarial), sino el enfrentamiento entre individuos
de un mismo colectivo, los trabajadores de una empresa en proceso de reducción
de personal. Es aquí donde radica el quid de la cuestión y lo que la hace
especialmente impactante. Lo que podría presumirse como un comportamiento inesperado de los
personajes, se ofrece como la conducta habitual, cotidiana, previsible. Y es
esta confrontación entre iguales, compañeros
de trabajo que comparten, en mayor o menor medida, similares condiciones de
vida y similares “preocupaciones” lo que le imprime originalidad al relato. No se trata de contrastar oponentes con
intereses antagónicos, sino que se
enfrenta a sujetos que comparten la misma posición. Y sí, lo que nos
presenta no es una visión pesimista de la naturaleza humana, sino una visión
realista del hombre, en mi opinión. La
lucha del individuo por salir adelante, el imperio del más fuerte, el primitivismo más despiadado. Nos recuerda (por si alguno se había olvidado) que
en la naturaleza de los hombres están inscritos los instintos más viles que se puedan predicar, y
que es en situaciones límite donde se ponen de manifiesto con mayor claridad: la falta de solidaridad, el egoísmo más recalcitrante,
la indiferencia, la falta de empatía, si no la simple y pura maldad. En definitiva,
desmonta la ingenua concepción rousseauniana sobre la bondad intrínseca del individuo si es que alguien, a estas alturas, todavía cree en ella……Y apunta, además, una muy certera idea, la de que el que menos tiene es el que más da
(y aquí, son inmigrantes los que
encarnan a los más desfavorecidos).
Pero para
animar al espectador, y como colofón, se
nos presenta la cara opuesta de la moneda: la protagonista que no solo se
repone a la adversidad y parece salir reforzada del duro trance vivido, sino que además es capaz de mantenerse íntegra en un momento crucial. Es
un guiño optimista entre tanta desolación.
Los directores nos dan un respiro y nos
quieren hacer sentir que a pesar de todo siempre hay excepciones que confirman
la regla. Y quizá por ello merezca la pena seguir luchando……..
Alicia
dixit
domingo, 26 de octubre de 2014
PERDIDA (GONE GIRL)
De
DAVID FINCHER
Nick, fornido Wasp, de
vida plácida en apariencia feliz junto a
una bella y chispeante esposa, se
encuentra con que el día de su quinto aniversario de boda, tras hallar signos
de lucha en su hogar, Amy (que es así
como se llama su mujer) ha desaparecido de forma inesperada y misteriosa. De
esta manera comienza “Perdida”, lo que apunta ser un inicio de infarto (es una
forma de hablar). A partir de ahí empiezan a desvelarse secretos de su vida
matrimonial que desmontan la idea inicial
de “relación idílica de la
pareja” que reinaba a su alrededor. Se descubren, en constantes flash-backs, faltas de sintonía,
desencuentros, problemas económicos,
manipulaciones varias con la guinda de la infidelidad, que habían convertido el matrimonio en un infierno. Nada extraordinario, hasta
ese momento, porque como ya se sabe, el matrimonio es el lugar idóneo para
perpetrar lo peor que la mente humana pueda
imaginar. Pues bien, así las cosas,
la trama engarza parciales desenlaces más o menos
previsibles, a pesar de lo cual la película mantiene la tensión en todo
momento, con lo que el largo metraje (y
nunca mejor dicho) de 146 minutos
resulta ameno. Pero a partir de un punto, se pierde el norte. Lo que suele ocurrir en este tipo de films:
lo que empieza siendo aterrador, acaba resultando irritante de puro inverosímil. Lo posible se estira
hasta rozar el surrealismo y lo que es impactante inicialmente, acaba
siendo cómico, vulgar, propio de los telefilmes de serie b de la tarde de los domingos de Antena 3 (por citar un
ejemplo).
Del oficio de David
Fincher no cabe la menor duda, y buena prueba de ello es la capacidad
de entretener incluso cuando la historia se le ha ido de las manos (más bien el
personaje de Amy) y recobra vida propia. Desconozco el libro base del guion, ni tengo noticias de su autor/a, pero tiendo a
sospechar que es ahí donde se encuentra el origen del descalabro, y que ajustarse fielmente a
la obra, es lo que hace perder aliciente al film.
En todo caso, debo
reconocer que no deja de ser una película con imán para los amantes del
thriller, lo cual dista mucho de lo
leído en algunas de las críticas vertidas sobre ella que le
atribuyen cualidades que no posee, si no
la califican, directamente, de obra
cumbre del género.
En fin, se deja ver, que
ya es mucho, en los tiempos que corren. Ahora bien, yo esperaría a ponérmela en
casa, una tarde fría de domingo, al
abrigo de la manta del sofá y junto a un
hombro amigo sobre el que recostarse en los momentos de máxima tensión. No da
para más.
La que no hay que
perderse es la genial “Relatos salvajes” en la actualidad
en cartel.
Seguiremos informando.
Alicia dixit
jueves, 18 de septiembre de 2014
AVANT L´HIVER
DE
PHILIPPE CLAUDEL
Siendo como es “Avant l´hiver” un característico film francés
en lo que a ambientación y ritmo se
refiere, sorprende sin embargo por el perfectamente bien imbricado guion y su estupenda factura de cine de suspense. No suele
deleitarnos el celuloide francés con obras de este género, o al menos no abunda en
lo que de él se exhibe en nuestras salas, lo que no significa que no
sean capaces de llegar, también aquí, a las
más altas cotas de calidad.
Película ambientada en un paraje paradisíaco que enmarca a la perfección
la vida desahogada de la pareja protagonista, de clase alta, cuyas envidiables condiciones materiales ya
apuntan, desde el inicio, a que no todo el monte va a ser orégano. La
gran mansión, el frondoso escenario y el color gris del cielo, insinúan inmejorablemente la soledad, el
aislamiento, la falta de alegría que puede
también presidir la fácil vida de
los privilegiados. Y en eso consiste la historia que Philipe Claudel nos relata
con primor. Los avatares de un profesional de éxito, felizmente casado, con una
familia idílica y amigos incondicionales con los que compartir los cotidianos
agradables momentos no son siempre perfectos. O mejor dicho, no son nunca
perfectos, por mucho que puedan parecerlo.
Tras la aparente concordia y placidez siempre se esconden secretos que
enrarecen las relaciones y complican la
existencia. Con la excusa de una aparición repentina, una joven que irrumpe de
forma inesperada y persistente en la vida del protagonista, cirujano de
profesión y perfectamente encarnado por
Daniel Auteuil, se ponen sobre la mesa las cartas de su vida
personal mostrando las dificultades
propias del devenir de cualquier sujeto con independencia de su procedencia,
raza o condición. No siempre son las
mismas, naturalmente, pero cualesquiera que puedan ser impiden una vida
plenamente placentera. Y así aparecen los celos detrás de amistades
inquebrantables, o los secretos que distorsionan los afectos, crisis que se
viven independientemente de las particularidades, cuando la convivencia con la
pareja se alarga en el tiempo, o las que se producen en el ocaso de la vida
laboral de aquellos que han gozado de reconocimiento y éxito en sus respectivas
profesiones y que ven llegado el momento
de ceder el testigo a jóvenes con empuje. De toda esta combinación de
elementos, resulta un cóctel fabuloso al hilo de dos historias paralelas:
una, la del fluir de la rutinaria vida del protagonista, otra, la de
los efectos en ésta
de la irrupción inesperada de una joven marroquí que actúa de detonante
de los
conflictos latentes en su interior.
Como guinda al suculento pastel la presencia de los protagonistas, Kristin
Scott Thomas y Daniel Auteuil, que impregnan de veracidad sus personajes.
En fin, este inesperado
y atípico film francés ha colmado todas mis expectativas, y me confirma, una
vez más, la buena forma, la vitalidad y
creatividad cinematográfica de la que
gozan nuestros vecinos del norte.
Chapeau!!!
Alicia dixit
martes, 9 de septiembre de 2014
EL
NIÑO
DE
DANIEL
MONZÓN
Tras
la seductora Celda 211, era inevitable
crearse ciertas expectativas sobre lo
que Daniel Monzón pudiera deparar al a
priori entregado espectador. Craso error el de crearse expectativas, porque
ello conduce, casi irremediablemente, a la decepción. Aun así, tuve que desterrar la inicial desconfianza que me
generan las cintas de acción para mantener intactas las ganas de ir al cine. También
hube de desechar cierta reticencia provocada por el hecho de que el argumento versara sobre el tráfico de drogas en el estrecho, no tanto
porque el tema no me parezca de actualidad además de tremendamente oportuno para un
film de este tenor, sino porque, como ya
vengo advirtiendo reiteradamente en mis reseñas, los ambientes sórdidos y por
ende, las historias truculentas que en ellos habitan, me hacen cada vez más
insoportable el visionado de ciertas películas.
Creo
que, no sé si producto de la edad, de los cambios hormonales experimentados, o
sencillamente de una evolución natural de la razón y del buen gusto (que en algunos casos se refina con la edad) lo cierto es que mi subconsciente ha ido desarrollando un
rechazo casi físico a las películas “violentas” o simplemente “desagradables”, hasta el punto de desistir de ir al cine
cuando tengo noticias de la dureza de determinadas escenas.
Y esta podría ser calificada de “desagradable”,
en el sentido de que si bien es ficción
todo lo contado, resulta tan verosímil
que uno es consciente de que la realidad del universo descrito no debe diferir
demasiado de lo que se nos presenta en la pantalla: la brutalidad de los capos
del narcotráfico, el mundo de la marginalidad y la precariedad económica
como caldo de cultivo de incautos que caen en manos de los más
desaprensivos sujetos; la inconsciencia
(si no la desesperación) de muchos de los jóvenes que se adentran en el mundo del
tráfico de drogas; la dificultad para
escapar de las redes de las bandas una
vez en ellas……….
Pero,
aun contando con que la temática me iba
a resultar poco atractiva, mantenía
intactas todas mis ilusiones sobre las bondades de “El niño”. Y tengo que
decir que creo que cuenta con muchas. Así, las escenas de acción son verdaderamente
creíbles, por auténticas, y no requieren de otro tipo de artificios (efectos
especiales) para resultar trepidantes; el guion está logrado, realista y no cae en excesos ni florituras que con frecuencia hacen difícil
seguir el hilo argumental (aquí se sabe quiénes son los malos que están
claramente identificados y no son más de los estrictamente necesarios, salvo
allí donde debe mantenerse el misterio); sus diálogos son muy de la calle, muy frescos; el factor sorpresa se maneja correctamente hasta prácticamente el final de la cinta; el trabajo de los actores es correcto (me gustan el estreno en la pantalla del protagonista, Jesús Castro, que responde no solo físicamente sino también por la actitud perfectamente a la psicología
del personaje principal y el descubrimiento de Miriam Bachir, que
resulta, además de natural, de una
poderosa belleza); los romances…….En fin, “El niño” se caracteriza por ser un claro ejemplo de cinta de
acción/suspense que cuenta con todos y cada uno de los ingredientes necesarios
bien dosificados para configurar una película entretenida. Entonces por qué llegué
a aburrirme en algún momento de la cinta????? No tengo una respuesta clara para
esta pregunta: un exceso de metraje, combinado con alguna pérdida de ritmo puntual y una cierta frialdad en el relato, quizá.
Detecto una cierta ausencia de calidez en la forma de contarnos la historia que
se suple con una impecable factura
técnica pero que no impide que la
historia se mantenga alejada
del espectador. Le falta, pues, cercanía.
Si
bien soy capaz de apreciar las numerosas cualidades de este thriller y de reconocerle el mérito a su director, pareciéndome como me parece un
buen producto del puro cine de entretenimiento, esperaba algo que no me ha
podido dar.
Suscribo
plenamente las certeras palabras de Carlos Boyero que la califica de “brillante
pero no cautivadora”. No tengo más que añadir.
Teniendo en cuenta mi bien conocido desapego por los musicales, mi opinión sobre Begin again tiene un especial significado. No quiero decir con esto que mi modesta visión tenga más validez que la de cualquier otro sino que el hecho de que los musicales me produzcan una cierta aversión dice mucho de mi entusiasmo por algunas películas del género. Porque cuando me encuentro ante un buen film soy capaz de reconocerlo por encima de cualquier otra circunstancia y este es el caso que nos ocupa.
Desconocía casi todo de la película, salvo lo leído de pasada en una crítica cinematográfica de esas de las que suelo desconfiar. En esta ocasión,no saber nada sobre su autor (el exmúsicoirlandés John Carney) ni sobre su obra anterior (la vanagloriada Once, que trataré de localizar en cuanto tenga ocasión), ni sobre el género de pertenencia, me permitió con mayor naturalidad dejar aflorar mi sexto sentido fílmico. Y superando algún que otro prejuicio de los que no debería confesar (Keira Knightley, tampoco es santo de mi devoción y estas cosas me retraen de ver ciertas películas), sumado a la sequíacinematográfica propia del periodo estival, me decidía verla.
Y me encontré con lo que siempre espero hallar en una sala, una película sencilla y fresca, mágica, cautivadora. Emotiva sin ser lacrimógena, previsible y sorprendente a lavez, donde el final no es como sería esperable, al tiempo que resulta sencillamente auténtica, genuina. Una película que bien podría ser una historia real, donde el encuentro de dos personas en idéntica situaciónpersonal, que conectan, en este casoen lo musical,produce el espejismo del surgimiento del amor. Y así es, la comunión que logran los personajes principales, interpretados de forma correctísima por Keira Knightley y Mark Ruffalo, que consiguen transmitir con gran espontaneidad, permite construir un relato cercano, verdadero y conmovedor.
Dos personajes perdidos que se encuentran en el momento adecuado, lo que les sirvepara apoyarse el uno en el otro y así salir reforzadosy poder avistar la luz al final del túnel.
De fondo nos acompaña una más que digna banda sonora que contribuye a crear el ambiente acogedor que define la película, siendo una parte más de la historia. La música se convierte, así, en otro personaje, que te cautiva y te seduce. No es por tanto, un musical al uso, sino una película donde la música es más que cooperadora necesaria, imprescindible. Supongo que el hecho de que su director sea un músico retirado le permite aproximarse al género con una desenvoltura que se respira.
Siendo como soy refractaria a los musicales, he de admitir que “Begin again” me ha complacido como hacía tiempo que no me ocurría. Tanto si gusta como si no este tipo de cine, no puedo más querecomendarla, porque es la clase de película gozosa, optimista que te contagia buen rollito. Alguien damás?
Alicia dixit
martes, 3 de junio de 2014
MADRE E HIJO
DE
CALIN
PETER NETZER
Al
olor del “Oso de Oro” y del premio
“FIPRECI” de la crítica internacional
del Festival de Berlín 2013, y de la
unánime crítica nacional sobre las bondades del film, acudo, no sin cierta
desconfianza, a ver la rumana “Madre e hijo”. Por esa
intuición mía que rara vez me falla, no las tenía todas conmigo, a pesar de lo
cual decidí dar un voto de confianza a tanta coincidencia. Las sesudas
interpretaciones leídas sobre la cinta me sirvieron para entender una película que
no deja claro el mensaje que quiere transmitir. De no ser por las lecturas
previas, nunca habría deducido que el
tema central del film es la relación de una madre castradora y su único hijo. O mejor dicho, la obsesión de una
madre cuya característica primordial es el exceso de control o la sobreprotección
que ejerce sobre su vástago. Y digo que
esto lo deduzco de las reseñas leídas, porque en la pantalla solamente veo una
narración perdida, desenfocada, poco precisa, borrosa, donde quien sale peor
parado no es la madre, en contra de lo
esperado, sino la supuesta víctima, el hijo. Si bien la
idea, parece ser, es la de que la madre ejerce un control enfermizo sobre su
hijo, que a pesar de tener más de 30 años y haber decidido independizarse, no
puede desembarazarse de la vigilancia de su progenitora que supervisa
todos y cada uno de sus movimientos, lo
cierto es que lo que vemos en la pantalla no es fiel reflejo de lo aquí contado.
Y digo contado (por mí, a partir de terceras lecturas) que no visto, porque yo no sé si habría llegado a esta
conclusión por mí misma.
Lo
que yo sí veo es la descripción de una
mujer de clase acomodada rumana, profesional liberal, que se muestra perpleja y
se lamenta de que su único hijo se aleje
de ella irremediable e incomprensiblemente
a sus ojos. Y a los míos también resulta inexplicable, porque a tenor del retrato que se nos hace de la
supuesta obsesa resulta difícil discernir las causas del rechazo. Del relato de
la mujer (en las conversaciones con la hermana) y de algún exabrupto del
personaje del hijo, se constata que éste
rechaza de forma visceral a la madre y se niega, sin contemplaciones, a dejarse
manejar. Exige ser él quien lleve las
riendas de la relación. Tenemos que deducir, por tanto, que hasta ese momento la cosa era bien distinta. No sé si pretende emplear
la elipsis como medio para abordar el relato, porque salvo un par de diálogos
explícitos, lo que se nos muestra en pantalla es cosa bien distinta de lo
esperable, pero de ser así, el intento resulta frustrado. En cambio se nos
muestra a una señora, que si bien se entromete en la vida de su hijo más allá
de lo que dicta el sentido común, sin embargo
esa invasión del espacio ajeno no es más
intensa de lo que suele darse en los casos
de madres de un único hijo cuando éste se
va de casa, y que padecen, por tanto, lo que los psicólogos norteamericanos han
bautizado como el “síndrome del nido vacío”. Es más, esta señora
se muestra cariñosa en todo momento, considerada y generosa y hasta cordial con la nuera, a pesar de que no es santo de su devoción lo
que no deja de ser una muestra de
respeto y de un grado encomiable de civilización por su parte. Qué cosa más
natural que a una madre no le parezca su
nuera lo suficientemente digna de su hijo!!!!! Siempre que mantenga las formas
y el trato correcto, cosa que no deja de
hacer la protagonista ni por un momento,
no encuentro nada reprochable en su conducta. Respecto del control al que quiere seguir sometiéndolo, se explica
con detalles tan irrisorios como el de tener colocada en su casa (la del hijo, se
entiende) a la asistenta que trabaja en la suya propia, con objeto
de estar informada de cuanto allí
acontece. Pero quién no siente curiosidad por conocer las condiciones en las que vive su hijo, por intrascendentes que estas puedan ser???? Nos ocurre hasta con nuestros propios vecinos de rellano. Y si no,
que alguien me explique qué es lo que mueve a miles de espectadores a seguir
con devoción los programas de “gran
hermano” que tanto proliferan en las parrillas. Vamos, que si esta señora es una madre castradora que venga Dios
y lo vea. A mí me parece una madre
preocupada por su hijo, como cualquier
madre “convencional”, que resulta respetuosa, afectiva, entregada a la causa de
proteger al hijo en una situación más que comprometida. En otras palabras el personaje femenino me
parece simpático, siendo la ordinariez y la brusquedad del hijo lo que me parece francamente fuera de lugar. O el
autor no sabe lo que es, en realidad, una madre castradora o es que no ha sabido contárnoslo. Si para vislumbrar
la intención del autor tienes que estar a
las explicaciones que te dan los propios
personajes, (o a la interpretación de
cierto sector de la crítica) es que algo falla.
En
cambio el mundo de la corrupción que lo impregna todo en la vida pública de
Rumanía, sí queda claramente expuesto. Aquí no se precisa de ninguna explicación adicional. Lo
que me confirma, por si cabía alguna duda, que el autor fracasa en la descripción de la
psicología de los personajes. Y no será porque no hay mil maneras de dibujar a
una madre posesiva y desequilibrada generadora de neurosis familiares. Quizá la
circunstancia elegida para el relato (un accidente de tráfico con resultado de muerte de un niño)
sea el menos adecuado para hacernos ver la capacidad manipuladora de la mujer. Porque más bien al contrario,
cualquier “madre tipo” haría lo
indecible por asistir a su hijo en una
situación crítica como la contada en la cinta.
Por
salvar algo de lo visto, diré que las interpretaciones son magníficas, pero no merecen por sí solas la asistencia el cine. Ninguna gran
interpretación es, en mi opinión, capaz
de salvar una película fallida como “Madre e hijo”. No encuentro, por tanto,
razón alguna para recomendarla. Por el contrario, en mi opinión lo recomendable es buscar alguna otra
película que ver, para matar el gusanillo de las ganas de ir al cine. Yo tenía un par de alternativas en cartera, por lo que me
resarciré tan pronto tenga oportunidad. Y esta vez sí me dejaré guiar por mi
olfato, que es fiel amigo y no me traiciona.
Alicia
dixit.
domingo, 25 de mayo de 2014
APRENDIZ
DE GIGOLO
DE
JOHNM
TURTURRO
Cuando se quiere consumir
un producto es más acertado comprar el original y no una imitación. En el caso
de esta película nos encontramos no solo con un producto falsificado sino que
nos topamos con una mala copia de una clásica elaboración del genial Woody
Allen. Nada más empezar y a todo lo largo de la película, nos muestran no solo
indicios indirectos, sino además burdas maniobras para confundir y que no
identifiques que estás frente a un triste parodia del genial Allen. Por
ejemplo, toda la música gira en torno al jazz ligero.
Desde el mismo principio de
la película se utilizan recursos para que la imitación se parezca lo más
posible a un producto original. Ni tan siquiera la participación de Woody con
sus balbuceos, base de su humor o de querer reflejar una timidez que todavía no
sé si es impostada o real, logran engañarnos. No entiendo como la policía no
acude a las salas y requisa la copia de la película como hace con los artículos
falsificados en lejanos países y vendidos por las calles a través de ese viejo
sistema de exposición de productos sobre manta en el suelo.
Ya el título es
suficientemente engañoso. Desgraciadamente nos recuerda a aquellas obras
cinematográficas que poblaban la cartelera nacional en la época de la transición
que estaban (dirigidas (magistralmente para su finalidad) por Antonio Ozores y
protagonizadas por Fernando Esteso y Andrés Pajares. Las actrices responsables
de protagonizar las escenas de desnudos totales tienen que mantener su
prestigio como Sharon Stone y no consiguen mejorar las interpretaciones de
nuestras Blanca Estrada o María José Cantudo. No mencionaremos nada de la
triste interpretación de John Turturro que antes de hacer esta película debería
haberse documentado un poco visionando a nuestros grandes actores que dieron
sentido a esta “insigne” etapa de nuestra industria cinematográfica.
Por último mencionaré que
la narración alrededor de la colonia judía en Nueva York no sé si ayuda o
perjudica a que comprendamos mejor su cultura.
Lo que sí me queda claro es
que existe una gran amistad entre el director de la película y los principales actores
y actrices que integran el elenco. En particular, destaca el apego de Woody
Allen por el director del film si no, no se entiende cómo se ha prestado a
colaborar con este timo. Resulta increíble que una marca de prestigio colabore
con sus falsificadores para lanzar una imitación que no es capaz de parecerse
ni en los más nimios detalles al producto original.
Un fracaso de imitación, un
fracaso de película, un escándalo para el espectador, un timo para el
consumidor.
Germán.
domingo, 27 de abril de 2014
EL
PASADO
DE
ASGHAR
FARHADI
En ocasiones la ilusión por
ir al cine y, sobre todo, por ir a ver determinado tipo de cine, se trunca
cuando asistes a una burda instrumentalización de este arte para que te
presenten una historia absolutamente retrógrada. El tufo que desprende toda la
obra es difícilmente soportable.
En los momentos en que
vivimos, en una nación como Francia, el autor nos presenta uno de los nuevos
tipos de familia que ya tenemos más que interiorizados. En ellas prima la
felicidad sobre la tremenda carga que supone mantener situaciones en las que la
convivencia se hace insufrible. Esto que no pertenece ni tan siquiera a elenco
de logros que las sociedades avanzadas se han dado, sino que pertenece al mundo
del más puro y simple sentido común, lo pone en entredicho el creador de este
bodrio.
La llegada del exmarido, iraní,
de una mujer francesa que quiere legalmente finiquitar su matrimonio con él (firmar el
divorcio) porque está manteniendo una nueva relación, pone al descubierto los
terribles tormentos que sufren los hijos del anterior matrimonio de su antigua
pareja y la del hijo de la que va a ser la futura, de la que está embarazada.
El director complica aún
más la situación y para ello, no tiene reparos en introducir un intento de
suicidio de la mujer (francesa) de la nueva pareja de su exmujer.
Todos sufren y el buen iraní
viene a dar lecciones de sentido común a una colección de irreverentes y
desquiciados franceses que han perdido toda noción de los problemas que generan
a sus hijos con estos frívolos cambios de pareja. ¡En fin! El colmo resulta ser
que una persona viene -nada más y nada menos que de una sociedad como la iraní-
a poner cordura a esta devastadora pérdida de valores a la que están conduciendo
la mayoría de los franceses con esta ruptura del modelo de familia tradicional.
¡Esto no puede ser! Tanta
falta de sacrificio por el mantenimiento de una feliz/infeliz familia solo
conduce a la desventura de los inocentes niños. Ellos, que además de no verse
reflejados en el nuevo estilo de vida sufren y padecen no pocos envites de
violencia provocada por la tensión en la que están inmersos aquellos que quieren
construir una nueva relación.
Las pobres víctimas que
intenten cambiar una situación de difícil convivencia provocarán múltiples desgracias: un intento
de suicidio de la despechada mujer, la asunción de unas responsabilidades difícilmente
asumibles por los hijos adolescentes, una intranquilidad y falta de adaptación
con no pocos arranques de violencia para los hijos más pequeños, un terrible
sentimiento de culpa para el exmarido de la que ha intentado suicidarse y una
falta de seguridad en la decisión de la nueva pareja de este que se ve agravada
con un irresponsable embarazo.
Un buen iraní, con aspecto
de cura católico obrero, aterrizará en esta especie de Sodoma francesa
dispuesto a interponerse entre todo este desmán para resolver la situación.
Al director se le ha ido la
mano en este folletín más propio de radionovelas de un tiempo que
afortunadamente ya hemos superado y que, mal que le pese a muchos, no van a
volver. Una historia que de puro retrógrada resulta repugnante.
Germán.
domingo, 20 de abril de 2014
GUILLAUME
Y LOS CHICOS A LA MESA
DE
GUILLAUME
GALLIENNE
La
excelsa “Guillaume y los chicos, a la mesa” viene precedida por numerosos
galardones, entre los que se encuentran todos los César posibles del cine
francés, de manera que no tiene mérito alguno haber tomado la decisión de ir a
verla al cine. Y no defrauda lo más mínimo. Desde el inicio mismo hasta el fin,
el esperpento es de tal calibre y está relatado con tanta gracia, que te atrapa
hasta la carcajada. Sí, es una comedia. Comedia de humor tonificante, estimulante. La dificultad
de contar una historia trágica- como es
la de las peripecias del autor- en tono
humorístico debe ser mucha, porque las aventuras vividas debieron ser un
infierno para el niño y el adolescente que fue. Ahora bien, es tal el derroche de humor que desde la distancia de
la edad adulta se produce, sin el menor
atisbo de rencor, desprovisto de revanchismo, que resulta del todo revitalizante. Ser capaz de sobreponerse a una
madre chiflada y egoísta como la
descrita, sin perder la cordura, bien merecerían, aunque solo fuera, mi
admiración. Si además de sobrellevarlo y sobrevivir, se hace gala del sentido del humor exhibido, se demuestra ser portador de una lucidez y una inteligencia al alcance de muy pocos. El resultado final no
puede ser más que el de una magnífica comedia, como así es. La genialidad de
los personajes que habitan la película es digna de elogio (desde el padre
espantado, hasta los hermanos burlones, pasando por la aristocrática abuela rusa en el
exilio) y componen junto con los papeles interpretados por Guillaume Gallienne
(Guillaume niño, joven, adulto y el papel de la madre, que a veces nos recuerda a Dustin Hoffman en Tootsie) un perfecto mosaico
de personajes desternillantes. No relataré las peripecias para no desvelar el
argumento, pero desde las vacaciones en Cádiz, hasta la estancia en el balneario austriaco,
pasando por las veleidades del protagonista en locales de ambiente componen una obra rocambolesca digna del mejor astracán. Pero lo más brutal,
y a la vez lo más desternillante de todo resulta ser el realismo de lo
acontecido, lo grotesco del relato y sus personajes de carne y hueso. En
definitiva, “Les garçons et Guillaume, à
table!!" resulta ser una comedia imprescindible para cualquier cinéfilo que se
precie.
Qué
gozoso disfrute y qué envidia provoca
descubrir gente capaz de reírse de sus propias miserias con este desparpajo…….Y
cuantas enseñanzas se sacan!! Cada desgracia, contiene en sí misma su mejor
chanza, solo hay que ser capaz de reírse de uno mismo……
Comedia
sin duda terapéutica para su autor, pero también para su público, es el mejor premio
que uno puede ofrecerse una tarde cualquiera de un fin de semana cualquiera: ir
al cine en buena compañía y soltarse la melena.
Alicia dixit.
QUAI
D’ ORSAY
(CRONICAS
DIPLOMÁTICAS)
DE
BERTRAND
TAVERNIER
Ir al cine a ver una
comedia y encontrarse con una obra muy próxima al hiperrealismo, es lo que se
experimenta cuando se acude a disfrutar de esta obra.
La sociedad europea y por
ende la española necesitaban de esta película. Un film que inspirado en un
famoso comic nos refleja de forma magistral cómo son las interioridades de la
acción política. No nos confundamos, el problema que viven gran parte de las
sociedades avanzadas con democracias firmemente asentadas no es la política en
sí misma, sino su acción y, sobre todo, los personajes que han conseguido
encaramarse en este honorable oficio para hacer del mismo su modo de
subsistencia.
Bertrand Tavernier con un
inteligente humor nos desvela como es el día a día de un ministro de Estado -en
los ministerios técnicos no debe ser muy diferente- y de su grupo de fieles
asesores. Estos, tienen que lidiar con la más grande dificultad ante la que se
puede encontrar un técnico ¿sentar las bases de la política exterior de una
gran potencia con armamento nuclear y un pasado colonial importante? no, tienen
que hacer frente a un arduo trabajo: interpretar a su jefe. Este, desde la cima
de su propia vanidad va dando órdenes contradictorias (opuestas al más mínimo
sentido de estado); busca, permanentemente,
referentes que inspiren la alta estima que tiene de sí mismo. En tal alta
cumbre se ve que para reafirmarse, se impone, igualmente, un comportamiento y
unas formas de actuar acordes con su vacuidad: Pisa fuerte, muy fuerte; abre y
cierra las puertas con un gran derroche de energía; práctica jogging y obliga a
sus asesores a seguirle mientras imparte instrucciones; el ejercicio del mando
llega a cualquier lugar: incluso mientras está meando necesita un asesor al que
dar órdenes.
¿Mientras tanto quién
resuelve los problemas de gestión? Un abnegado funcionario que conoce a la
perfección su oficio. Así, este se ve obligado a tener que hacer un doble
esfuerzo, por un lado esquivar a su jefe y por otro resolver los problemas de
un ministerio tan importante como es el de Asuntos Exteriores.
A todos aquellos
especialistas en saber qué es lo que hay que hacer, ocupando el espacio de las
soluciones generalistas pero que jamás van a ofrecer nada sobre el cómo hacer
las cosas, va dirigida esta película. La política, con el consentimiento de los
ciudadanos, se ha transformado en lo que nos muestra el director de este film.
Seguiremos asistiendo a este completo despropósito hasta tanto nos decidamos a
participar activamente en las instituciones para desde dentro de ellas corregir
este sinsentido.
A todos aquellos
funcionarios que realizan su trabajo en la delgada línea que separa lo
administrativo de lo político, también va dirigida esta obra. Ellos con su
sentido de la profesionalidad, no sólo consiguen sobrevivir, sino que con no
poco esfuerzo (pensemos que si el papel del protagonista es el del acertado
comportamiento un ministro, imaginemos a dónde puede llegar esta situación
según bajas en el escalafón de los puestos políticos) son capaces de centrarse
en lo esencial y que las instituciones funcionen.
Esta película tiene una
gran carga de profundidad. Con gran sentido del humor nos muestra la realidad
de la acción política, algo que necesariamente entre todos tendremos que
cambiar desde sus mismos principios. Si generalizamos e incrementamos nuestra
participación como ciudadanos seremos capaces de transformar la forma en que se
ejerce la política. Esto es posible, Bertrand Tavernier nos estimula a ello.
Germán.
domingo, 6 de abril de 2014
IDA
DE
PAWEL
PAWLIKOWSKI
Con
el fallecimiento de Adolfo Suarez la etapa de la transición a la democracia ha
recuperado protagonismo. Por mi edad, me tocó vivir en directo este momento. Por
ello mantengo bastante frescos muchos
recuerdos de entonces. De estos, unos de los que más vivamente conservo son los
que se refieren a ese debate ideológico que se sucedía en cada rincón de los
barrios periféricos de las grandes ciudades, generalmente engendros del
franquismo. El cambio de régimen estaba descontado y el poderío del Partido Comunista
de España era una realidad social. A la sombra de esa fortaleza y de las numerosas
escisiones que se habían producido en el PCE, fruto de la evolución ideológica
y de las variadas implantaciones del llamado socialismo real, flotaban en el
aire un sin fin de partidos marxistas con diferentes apellidos: leninistas,
mahoistas, stalinistas, troskistas e incluso un modelo típicamente nacional, el
socialismo carlista (con todos mis respetos hacía sus seguidores), etc. Con
esta amalgama de partidos y con el muro de Berlín en pie muchos de los
seguidores de esta constelación miraban a los países del Este de Europa como un
referente del cambio hacía donde debía conducirse nuestro país. En aquel
momento ya existía entre otras cosas el Interrail y no era difícil que para poder visitar algún país de la Europa
occidental hubiera que atravesar alguno de la órbita soviética. El impacto era
de tal calibre que podías sentir cierto resquemor de que este universo de partidos
comunistas nos condujera a un modelo que simplemente de un primer vistazo, ya
aterrorizaba. Terror, que se acentuaba cuando podías compararlo con la Europa
occidental y en concreto, con los países en los que la social democracia había
conseguido consolidar su modelo. Este es hoy el referente para el conjunto de
la izquierda social española.
Por
esos motivos es por lo que siempre me siento entre atraído y obligado a ir a
ver películas que muestren en imágenes cómo era la vida en el llamado
socialismo real. El objetivo es el de realizar un ejercicio de contraste entre
las impresiones que te provocaban aquellos viajes y lo que nos muestran los
realizadores de estas películas. En los últimos años hemos podido asistir a
grandes obras que nos los han retratado con exactitud, por ejemplo: “La vida de
los otros” o “Cuatro meses, tres semanas y dos días”.
Ida,
si bien, en algunos aspectos, no ha respondido, cien por cien, a lo que esperaba
de ella en particular en lo relativo a la violenta delación entre compatriotas
polacos durante la ocupación nazi. Ésta, cuya magnitud fue sorprendente en un
país tan ultra católico como es Polonia no se plantea en la película. En otros
aspectos sí he salido plenamente satisfecho. El director con la utilización del
blanco y negro y con una casi absoluta falta de movimientos de cámara es capaz
de hacernos sentir la tristeza fruto de la represión política que invadía esta sociedad.
No necesita tampoco utilizar como recurso adicional para remarcar determinadas
secuencias el acompañamiento de la música. Las escenas hablan por sí solas.
La
contraposición entre los dos personajes, magníficamente interpretados, una
novicia que antes de tomar los votos abandona temporalmente el convento para
visitar a su única familiar viva, una tía. Ésta, funcionaria judicial del
régimen que fruto de su radicalismo ideológico unido al rencor que anida en su subconsciente
por la barbarie de la guerra, se ve abocada a tomar decisiones que su conciencia
no puede aceptar. Así, para sobreponerse a su sufrimiento necesita de todos los
recursos externos que su modelo, el socialista le ofrece. Su adicción a la bebida
la hace caer en desgracia ante el aparato del Estado.
Las
dos buscan a sus familiares comunes. Mediante esta búsqueda el director nos
muestra la Polonia de los años 60. A través del recorrido nos enseña las tristezas
y miserias humanas que acompañaban al régimen comunista polaco así como la
violencia entre compatriotas de diferentes creencias religiosas durante la
ocupación. El viaje resalta los tormentos que sufre la tía y a la futura
religiosa le permite experimentar la vida que existe extramuros del convento.
Finalmente, la radical comunista no puede soportar las contradicciones sobre
las que ha construido su vida y la sobrina no encuentra especiales diferencias
entre la desdicha del convento y lo que le ofrece la vida fuera del mismo. Por
último, ésta opta por continuar su camino priorizando la conformidad sobre la
curiosidad.
Germán.
domingo, 30 de marzo de 2014
LA
GRAN ESTAFA AMERICANA
DE
DAVID
O. RUSELL
Una de las verdaderas
motivaciones por las que la gente consume cine y se convierte en cliente de esta
industria es, sin lugar a dudas, porque la decisión de gasto va acompañada de
una cierta liturgia. Ésta tiene muy pocas variaciones y generalmente depende de
una serie de factores comunes que me ahorraré. En el caso que nos ocupa -ir a
ver “La gran estafa americana”- responde a ese ritual de domingo gris en el que
no tenías ni por asomo intención de moverte de casa. A esa pretensión, suele
acompañar un momento en el que te invade el hastío y levantas la cabeza del
libro que estás leyendo o separas la vista de la infame televisión y pronuncias
las palabras mágicas: ¿por qué no vamos al cine? Ya no tienes tiempo ni probablemente
ganas de escoger ni película, ni sala. Abducido por esta atmosfera, débilmente
articulas: podíamos ir a ver esta película, no sé muy bien de qué trata pero ha
estado a punto de que le dieran un Oscar. No hay más que hablar, una rápida preparación
y a la sala más próxima.
“La gran estafa americana”
contiene todos los códigos que identifican un modelo de cine muy americano. Nos
presenta la sociedad y la cultura de este país mediante un repaso de todos los
tribalismos que parece, por lo menos para la industria del cine, que la
identifican: chicas guapas (morena lista, rubia tonta); estafador con tupé;
policía joven del FBI que quiere lanzar su carrera con el arresto de su vida;
jefe de la policía sensato; fiscal del distrito que ve en un gran caso una oportunidad
para lanzar su carrera política; político populista-comprado acompañado de una
adorable familia al más puro estilo USA; políticos de alto rango corruptos y la
mafia. Sí la mafia, y sorpresa ¿quién es el jefe de la mafia? Robert de Niro.
Las imágenes que acompañan
a la narración tampoco se sustraen de los tópicos: rayas de cocaína en erotizadas
discotecas, chicas con provocativos vestidos, apartamentos lujosos, feliz
familia americana, restaurantes con estética europea, ambición, tierra de
oportunidades, el dinero como el gran motor que todo lo puede, etc.
La estructura de la
narración hace que ya en los primeros cinco o diez minutos descubras en qué va
a consistir. Las apariencias no son más que apariencias y una inocente
casualidad va a revelarnos la realidad tal y como es. Algo tan simple como esto
está dirigido con suficiente oficio como para que te instales en la historia y
te dejes mecer placenteramente durante las más de dos horas que dura esta
colección de tópicos. El final tampoco disminuye el nivel de manidas
vulgaridades: el estafador que hay que atrapar, pesca al poli ambicioso, limpia
al sistema político estadounidense de unos cuantos políticos comprados y la
mafia no consigue aumentar sus negocios fuera de los lugares donde
tradicionalmente está implantada.
Una película correcta para cumplir
con el ritual de ir al cine un domingo gris en el que te invada la molicie y el
hastío.
Germán.
lunes, 24 de marzo de 2014
PHILOMENA
DE
STEPHEN
FREARS
Stephen
Frears es siempre un valor seguro. Con una solvencia acreditada por una larga y
prestigiosa trayectoria que nos ha dejado numerosos títulos de éxito (“Mi hermosa lavandería”, la
soberbia versión de “Las amistades peligrosas”, “Café irlandés” o “High Fidelity” por
citar algunos de los más sonados) no es ninguna sorpresa encontrarse ante una delicia
como Philomena, su más reciente creación.
Siendo
un artista tremendamente versátil –buena cuenta de ello nos la da su cine variado- y gustándome como me
gusta en sus diversas facetas, me llega, especialmente, cuando acomete
temas sociales, como es el caso. Es un
digno representante (con su personal mirada) de lo más granado
del cine social británico (junto con Leigh o Ken Loach) que tantas alegrías nos da a los
cinéfilos y tanta gloria reporta al séptimo arte del Reino Unido.
A
pesar de estos antecedentes, la historia, basada en un hecho real, sobre una
madre irlandesa de temprana edad a la
que arrebataron su hijo nacido fuera del matrimonio, y su búsqueda posterior,
me provocaba cierta desconfianza sobre cuál pudiera ser el resultado final. Un posible
exceso de dramatismo o una eventual tentación por lo lacrimógeno me prevenían contra
la película. Craso error, si el autor de
la obra es un director que derrocha
talento cinematográfico, como ocurre con Frears. Lejos de resultar sensiblera, la
película nos muestra la vida de una madre en busca de su hijo nacido 50 años
atrás, con una naturalidad pasmosa, y un humor que excluye cualquier atisbo de
ñoñería. La normalidad y la dignidad con
la que Philomena vive su drama, oculto durante décadas incluso a su propia
hija, nos acerca a la realidad de estas
situaciones (por otra parte, tan comunes por nuestros lares, hasta hace dos
días) sin artificios ni sentimentalismos
superfluos. El hecho, en sí mismo, es lo suficientemente atroz como para
tratarlo sin dramatismos. Y con ese planteamiento lúcido e inteligente sobre el tema el relato
resulta, sin más calificativos, conmovedor.
Para
lograr emocionarnos sin exagerar el dolor sufrido por Philomena, nos propone
una relación peculiar madre/periodista decidido a indagar en la historia y
ayudar a la protagonista en su búsqueda del hijo extraviado. Y es ese
contrapunto perfecto el que logra un equilibrio desconcertante e impone una dosis inicial de distancia sobre el tema que va
evolucionando a medida que pasan los minutos. El control que tiene el autor sobre los efectos de la
historia en el espectador es asombroso.
El personaje interpretado por Steve
Coogan (también coguionista) periodista
“en paro” que rechaza en principio escribir un libro sobre la vida de Philomena
porque le provoca un sincero desinterés, evoluciona al tiempo que nuestros
sentimientos y la creciente empatía con el personaje de Philomena y su
drama. La personalidad de la protagonista provoca admiración. Mujer sencilla, que jamás
ha superado la pérdida del hijo y que sin embargo, se muestra fuerte, entera y
asombrosamente firme en sus convicciones católicas (no hay que olvidar que son
las religiosas que la acogieron en su seno durante su embarazo, las que
propiciaron la venta del hijo a unos “padres americanos”) con unas dosis de
humor que resultan reconfortantes y que contribuyen a humanizar y a engrandecer
su figura. El desconcierto que provoca en el personaje de Coogan su actitud
(herida y dulce a la vez) es compartido por los espectadores. Y su ausencia de
odio, no aparece como producto de la cerrazón
o del radicalismo religioso, sino más bien al contrario, como consecuencia de la
bondad y la extraordinaria generosidad del personaje, que a pesar del
sufrimiento experimentado, no alberga sentimiento alguno de venganza. Los sentimientos de profundo
rechazo por lo acontecido y sus responsables, que invaden al periodista (y
finalmente amigo de Philomena), son los
mismos que acaban invadiendo a los espectadores y la incapacidad para entender
la resignación, la aceptación, la ausencia de rencor de Philomena, son, en mi
opinión, los elementos más impactantes
del film.
Es,
por tanto, la evidencia de la extraordinaria nobleza de la madre y su único deseo de reencuentro y
reconciliación con el hijo, lo que te dejan helado ante la pantalla.
Como
muy bien decía Boyero en una reseña
escrita después de la reciente ceremonia de entrega de los óscars, echo en falta
la concesión de algún premio a Philomena. Este tipo de cosas son las que explican mi distancia del gusto cinematográfico
americano. Qué falta de sensibilidad denotan los académicos.!!!Y qué ausencia
de buen gusto!!!! Porque Philomena es
merecedora de más de un galardón.
Anyway, Philomena es un premio en sí misma, porque despierta las más hondas emociones y hace aflorar los mejores sentimientos entre los
espectadores.
Alicia
dixit.
domingo, 16 de marzo de 2014
LA
HERIDA
DE
FERNANDO
FRANCO
La herida es una película
dura, muy dura. Tanto para las personas que han tenido que padecer, con alguna
proximidad, la relación con alguien aquejado de un trastorno de la
personalidad, como para alguien que no conozca nada más que por referencias
este mal.
Para poder sentir directamente
los sufrimientos que padecen las personas aquejadas por esta alteración, el
director mediante la técnica del plano secuencia nos muestra escena a escena todos
y cada uno de los síntomas que la definen. El propósito de esta forma de narrar,
parece ser el de alcanzar un nivel de complicidad con el espectador que le
permita entender la soledad, la angustia, el miedo, la incomunicación, la rabia
incontenible, el dolor, la fragilidad, la vulnerabilidad, etc. que Marian
Álvarez, su protagonista, nos muestra de forma soberbia.
El cine es, en ocasiones,
además de un ejercicio de ficción una expresión de hiperrealismo que sirve para
enseñarnos aspectos de la condición humana que nos empeñamos en no ver. En los
últimos tiempos hemos podido asistir a algunas obras de arte que a través de
las posibilidades narrativas que ofrece el cine nos han puesto frente a una
realidad que aunque la ignoremos, existe. Esta cinta enlaza en no pocos aspectos
con la última de Michael Haneke, “Amour”.
Cuando abandonas la sala, en tu interior te invade una sensación de desasosiego
provocado por mostrarte aspectos vitales con los que convivimos y tenemos
dificultades para asumir que son así, sin paliativos.
Fernando Franco no parece
tener ninguna duda sobre lo que quiere contarnos, ni tampoco sobre las
emociones que nos quiere provocar. Esto lo hace a través de imágenes impactantes
como las de autolesiones físicas, las de consumo de drogas y alcohol, las de
sexo compulsivo, etc. Pero, sobre todo, no quiere aliviarnos las sensaciones
dejadas y termina sin dar ni un ápice de esperanza a la protagonista.
Es imposible escribir algo
sobre esta película sin insistir en la interpretación de Marian Álvarez, una
magnifica actriz que se merece todos los premios que le han concedido, Goya a
la mejor interpretación femenina y Concha de plata a la mejor actriz en el
festival de San Sebastián 2013. Nos muestra una enorme capacidad interpretativa
y una gran habilidad para cambiar de registro. Es asombroso apreciar cómo es
capaz de empatizar con los enfermos que traslada en la ambulancia y cómo una
vez que termina su jornada laboral y la soledad se le apodera hacer visibles todas
y cada una de las huellas que marcan la vida de la protagonista.
No me atrevo a recomendar
esta película ¿alguien puede sugerir a otro que vaya al cine a pasar un mal
rato o simplemente invitar a verla para poder ver sin adornos un aspecto de la
naturaleza humana de difícil compresión, pero que existe? Esta película nos
ayuda, sin lugar a dudas, a entender esta silente dolencia.