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LA VIDA MISMA.GERMÁN

Si no puedes escribir, escribe

viernes, 12 de diciembre de 2014

MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA
 DE
WOODY ALLEN

Como cada año, cumplo con el ritual de ver en su día de estreno la más reciente película de Woody Allen, y como cada año, especialmente en los últimos, espero que no me sorprenda con alguna  de las  rarezas con las que tanto se prodiga,  últimamente. Pero no ha habido suerte.
Me gusta el Allen despistado, con sus recurrentes obsesiones y sus torpezas en las relaciones personales; el Allen anonadado por la complejidad de la  vida afectiva o por los sujetos acosados por sus propias limitaciones o sus complejos, más o menos inconfesables. Me gusta el Allen torpe pero cínico a la vez. Fóbico  e hipocondriaco.  Traumatizado y cómico. Inseguro. Me gustan sus apariciones en pantalla que creo no han perdido, con el transcurso de los años, ni un ápice de su chispa.  Pero el Allen alejado de su más genuino estilo no me interesa lo más mínimo. De este grueso de películas, que tanto proliferan en los últimos tiempos, salvaría apenas dos o tres (“Match point”, “Blue Jasmine” y poco más), porque   he de confesar que no  conecto con  la mayoría. Citaré algún  ejemplo  como  “Vicky, Cristina, Barcelona” o “Cassandra´s dream” pero hay muchas otras. Y por alguna razón estas son cada vez más frecuentes en su cinematografía. Imagino que rondar los 80 te hace abandonar  determinadas dudas existenciales, ajustar tus “preocupaciones” vitales, lo cual explicaría la evolución de su cine, pero en todo caso, el producto de esta evolución me deja completamente indiferente.
Y esto es exactamente lo que me ha ocurrido con “Magia a la luz de la luna”. Alejada de su New York natal, se desarrolla la historia en la Europa de los años 20 (Berlín aparece de refilón, Francia donde se desarrolla la acción)  ambientación habitual en sus últimos  trabajos, lo que ya da muestras de que estamos ante una de sus obras “de la nueva hornada”. Y sí, también se plantean temas recurrentes  en su filmografía (el mundo de la magia, alegoría de la fabulación y de  la fantasía contrapuesto a la realidad plana y carente de estímulos,  cuyo escenario siempre  se sitúa en la “idílica Europa” de entreguerras), pero por razones que desconozco no termina de entusiasmarme. ¿Cómo es posible que, en su dualidad el Allen primigenio me lleve hasta el éxtasis y en cambio este “renovado” Allen  no me diga nada?
También para mí es un misterio, pero es un hecho confirmado. Hay un Allen que me resulta del todo extraño, insospechadamente ajeno.
Y no es que me aburra,  no es eso, es que  salgo del cine con la sensación de que   bien podría haber dedicado mi tiempo  a cualquier otra  cosa. Es, pues, esa sensación de vacuidad la que me desconcierta por lo inesperada.
Fútil, ligera, intrascendente,  muy lejos de sus obras más genuinas y brillantes, no me permite conformarme.  A muchos gustará, yo siempre espero más de Woody Allen. Mucho más. Otra vez será!

Alicia dixit

domingo, 16 de noviembre de 2014

RELATOS SALVAJES
DE
DAMIAN SZIFRON
Ir a ver cine argentino es una experiencia que en muy pocas ocasiones defrauda. Esta cinematografía (aunque aquí entre los productores estén los hermanos Almodóvar) no cuenta con un gran presupuesto, pero si anda sobrada de talento. Así, dispuesto a pasar un buen rato entras en la sala sabiendo, de antemano, que te lo vas a pasar bien. Únicamente surge una duda ¿con qué intensidad disfrutarás? y ¡oh! sorpresa desde el primer minuto ya estás convencido de que vas a asistir a una genialidad.
La película se compone de una sucesión de cortometrajes. Cada uno de ellos con una intensidad y una maestría propia de este género. En un abrir y cerrar de ojos todas y cada una de las historias te engancha. La velocidad con que se desarrolla la trama y el desenlace de las mismas, no te permite otra cosa que intentar no perderte ni el más mínimo detalle de lo que está sucediendo.
Todas las historias están conectadas entre sí, con un hilo conductor. Qué sería de nuestra voluntad si las normas de urbanidad, ante una situación cotidiana, desaparecieran. Sin estás reglas y su efecto directo sobre la convivencia de las personas el mundo no podría ni mantenerse, ni avanzar. Con este pensamiento central el director va presentando las diferentes narraciones pero no como en una película de terror (que sería, a simple vista, la idea más cercana al desarrollo del film), si no que nos lo muestra como una comedia.
 En no pocas ocasiones resulta de terror cómico la imagen que de nosotros mismos trasladamos cuando nos ponemos frente al espejo de la convivencia. Éste, nos refleja nuestros más bajos instintos en lugar de la figura amable que forzadamente nos vemos obligados a mostrar ¿Quién ante determinadas situaciones a las que te tienes que enfrentar en tu vida cotidiana no ha sucumbido a la tentación de imaginar que sucedería si uno pudiese romper las normas de entendimiento no escritas y actuar siguiendo el dictado de sus impulsos más primitivos? ¿Qué sensación de gratificante liberación disfrutaríamos si, por un momento, pudiésemos actuar sin escondernos tras esas reglas del juego?
Además el esquema de progreso de la obra es perfecto para los objetivos que pretende conseguir. No se produce un desarrollo de cada historia, únicamente se queda en el impacto que nos va a causar, mostrándonos una serie de estereotipos. Este planteamiento es otra de las muchas genialidades que maneja a placer el director de esta magnífica obra.
Por último y de forma muy destacable hay que resaltar la gran interpretación de todo el elenco de actores y actrices desde los más conocid@s a l@s más desconocid@s. Es difícil distinguir sobre quien recae el peso de ser el autentico protagonista con el que se asocie el conjunto de las intrigas. Todas y cada una de ellas tienen un protagonista diferente que hacen su trabajo con un nivel de excelencia tan alto que es imposible resaltar a alguno sobre los demás. Sorprendentemente no se vislumbra ningún conflicto de egos, lo que termina de redondear la película.
Hay que ver lo que dan de sí unos cuantos cortometrajes.
Germán.


DOS DÍAS, UNA NOCHE
DE
JEAN-PIERRE DARDENNE Y LUC DARDENNE

Dos líneas  para comentar esta singular  película belga. Con un planteamiento novedoso, se nos propone una historia demoledora sobre la condición humana. Por  alguna  sinopsis leída y algún comentario escuchado, yo ya iba preparada a afrontar una película pesimista. El  calificativo usado por quien  me la recomendó  para definirla fue el de “triste”. Adjetivo  que se queda corto. Es una película devastadora, porque nos muestra las más abyectas señas de identidad del género humano con la excusa de un conflicto laboral. Ahora bien, difiero  de los que  la conciben como una película sobre la barbarie del  capitalismo reinante. En mi opinión  no es una reflexión sobre la dureza de las condiciones laborales en un mundo capitalista donde los objetivos empresariales solo pasan por la consecución de beneficios económicos (nada nuevo nos descubriría, en tal caso) a costa del  desprecio más  absoluto por los  trabajadores. Es algo peor. No se plantea una dialéctica de clases (obrera/empresarial), sino el enfrentamiento entre individuos de un mismo colectivo, los trabajadores de una empresa en proceso de reducción de personal.  Es aquí donde radica el quid de la cuestión y lo que la hace especialmente impactante. Lo que podría presumirse como un  comportamiento inesperado de los personajes,  se ofrece como la  conducta habitual, cotidiana, previsible. Y es esta  confrontación entre iguales, compañeros de trabajo que comparten, en mayor o menor medida, similares condiciones de vida y similares “preocupaciones” lo que le imprime originalidad al relato.  No se trata de contrastar oponentes con intereses antagónicos, sino que se  enfrenta a sujetos que comparten la misma posición. Y sí, lo que nos presenta no es una visión pesimista de la naturaleza humana, sino una visión realista del hombre, en mi opinión.  La lucha del individuo por salir adelante,   el imperio del  más fuerte, el primitivismo más despiadado. Nos recuerda (por si alguno se había olvidado) que en la naturaleza de los hombres están inscritos los  instintos más viles que se puedan predicar, y que es en situaciones límite donde se ponen de manifiesto  con mayor claridad: la  falta de solidaridad, el egoísmo más recalcitrante, la indiferencia, la falta de empatía, si no la simple y pura maldad. En definitiva, desmonta la ingenua concepción rousseauniana sobre la bondad intrínseca del  individuo si es que alguien, a estas alturas,  todavía cree en ella……Y apunta, además,  una muy certera idea,  la de que el que menos tiene es el que más da (y aquí, son inmigrantes los que  encarnan a los más desfavorecidos).
Pero para animar al espectador, y como colofón,  se nos presenta la cara opuesta de la moneda: la protagonista que no solo se repone a la adversidad y parece salir reforzada del duro trance vivido,  sino que además es capaz de  mantenerse íntegra en un momento crucial. Es un guiño  optimista entre tanta desolación. Los directores  nos dan un respiro y nos quieren hacer sentir que a pesar de todo siempre hay excepciones que confirman la regla. Y quizá por ello merezca la pena seguir luchando……..


Alicia dixit

domingo, 26 de octubre de 2014

PERDIDA (GONE GIRL)

De

DAVID FINCHER




Nick, fornido Wasp, de vida plácida  en apariencia feliz junto a una bella y chispeante esposa,  se encuentra con que el día de su quinto aniversario de boda, tras hallar signos de  lucha en su hogar, Amy (que es así como se llama su mujer) ha desaparecido de forma inesperada y misteriosa. De esta manera comienza “Perdida”, lo que apunta ser un inicio de infarto (es una forma de hablar). A partir de ahí empiezan a desvelarse secretos de su vida matrimonial que desmontan la idea inicial  de “relación  idílica de la pareja” que reinaba a su alrededor. Se descubren, en constantes flash-backs, faltas de sintonía, desencuentros, problemas económicos,  manipulaciones varias con la guinda de la infidelidad,  que habían convertido el matrimonio  en un infierno. Nada extraordinario, hasta ese momento, porque como ya se sabe, el matrimonio es el lugar idóneo para perpetrar  lo peor que la mente humana pueda imaginar. Pues bien, así las cosas,  la  trama  engarza parciales desenlaces más o menos previsibles, a pesar de lo cual la película mantiene la tensión en todo momento,  con lo que el largo metraje (y nunca mejor dicho)   de 146 minutos resulta ameno. Pero a partir de un punto, se pierde el norte.  Lo que suele ocurrir en este tipo de films: lo que empieza siendo aterrador, acaba resultando irritante  de puro inverosímil. Lo posible se estira hasta rozar el surrealismo y lo que es impactante inicialmente, acaba siendo  cómico, vulgar, propio  de los telefilmes de serie b de la tarde  de los domingos de Antena 3 (por citar un ejemplo).

Del oficio de David Fincher no  cabe la menor  duda, y buena prueba de ello es la capacidad de entretener incluso cuando la historia se le ha ido de las manos (más bien el personaje de Amy) y recobra vida propia. Desconozco el libro  base del guion,  ni tengo noticias de su autor/a, pero tiendo a sospechar que es ahí donde se encuentra el origen del descalabro,  y que ajustarse  fielmente a  la obra, es lo que hace perder aliciente al film.

En todo caso, debo reconocer que no deja de ser una película con imán para los amantes del thriller, lo cual dista mucho de  lo leído  en algunas  de las críticas vertidas sobre ella que le atribuyen  cualidades que no posee, si no la califican,  directamente, de obra cumbre del género.

En fin, se deja ver, que ya es mucho, en los tiempos que corren. Ahora bien, yo esperaría a ponérmela en casa, una tarde  fría de domingo, al abrigo de la manta del sofá y junto a  un hombro amigo sobre el que recostarse en los momentos de máxima tensión. No da para más.

La que no hay que perderse  es  la genial “Relatos salvajes” en la actualidad en cartel.

Seguiremos informando.

Alicia dixit


jueves, 18 de septiembre de 2014

AVANT L´HIVER
DE
PHILIPPE CLAUDEL

Siendo como  es “Avant l´hiver” un característico film francés en lo que a ambientación y  ritmo se refiere, sorprende  sin embargo  por el perfectamente  bien imbricado guion y su estupenda  factura de cine de suspense. No suele deleitarnos el celuloide francés con obras de este género, o al menos  no abunda en  lo que de él se exhibe en nuestras salas, lo que no significa que no sean capaces de llegar, también aquí, a las  más altas cotas de calidad.  Película ambientada en un paraje paradisíaco que enmarca a la perfección la vida desahogada de la pareja protagonista, de clase alta, cuyas  envidiables condiciones materiales ya apuntan,  desde el inicio, a  que no todo el monte va a ser orégano. La gran mansión, el frondoso escenario y el color gris del cielo,  insinúan inmejorablemente la soledad, el aislamiento, la falta de alegría que puede  también presidir la fácil vida  de los privilegiados. Y en eso consiste la historia que Philipe Claudel nos relata con primor. Los avatares de un profesional de éxito, felizmente casado, con una familia idílica y amigos incondicionales con los que compartir los cotidianos agradables momentos no son siempre perfectos. O mejor dicho, no son nunca perfectos, por mucho que  puedan parecerlo. Tras la aparente concordia y placidez siempre se esconden secretos que enrarecen las relaciones  y complican la existencia. Con la excusa de una aparición repentina, una joven que irrumpe de forma inesperada y persistente en la vida del protagonista, cirujano de profesión y  perfectamente encarnado por Daniel Auteuil,   se  ponen sobre la mesa las cartas de su vida personal mostrando  las dificultades propias del devenir de cualquier sujeto con independencia de su procedencia, raza o  condición. No siempre son las mismas, naturalmente, pero cualesquiera que puedan ser impiden una vida plenamente placentera. Y así aparecen los celos detrás de amistades inquebrantables, o los secretos que distorsionan los afectos, crisis que se viven independientemente de las particularidades, cuando la convivencia con la pareja  se alarga en el tiempo, o  las que se producen en el ocaso de la vida laboral de aquellos que han gozado de reconocimiento y éxito en sus respectivas profesiones y que  ven llegado el momento de ceder el testigo a jóvenes con empuje. De toda esta combinación de elementos, resulta un cóctel fabuloso al hilo de dos historias paralelas: una,  la del fluir de la  rutinaria vida del protagonista, otra, la de los efectos  en  ésta  de la irrupción inesperada de una joven marroquí que actúa de detonante de  los  conflictos latentes en su interior.
Como guinda al  suculento pastel  la presencia de los protagonistas, Kristin Scott Thomas y Daniel Auteuil, que impregnan de veracidad sus personajes.
En fin, este inesperado y atípico film francés ha colmado todas mis expectativas, y me confirma, una vez más,  la buena forma, la vitalidad y creatividad  cinematográfica de la que gozan nuestros vecinos del norte. 
Chapeau!!!


Alicia dixit

martes, 9 de septiembre de 2014

EL NIÑO
DE
DANIEL MONZÓN


Tras la seductora Celda 211,  era inevitable crearse  ciertas expectativas sobre lo que Daniel Monzón pudiera deparar al a priori entregado espectador. Craso error el de crearse expectativas, porque ello conduce, casi irremediablemente, a la decepción. Aun así,  tuve que  desterrar la inicial desconfianza que me generan las cintas de acción para mantener intactas las ganas de ir al cine. También  hube de desechar cierta  reticencia  provocada por  el hecho de que el argumento  versara sobre  el tráfico de drogas en el estrecho, no tanto porque el tema no me parezca de actualidad además de tremendamente oportuno  para  un film  de este tenor, sino porque, como ya vengo advirtiendo reiteradamente en mis reseñas, los  ambientes sórdidos  y  por ende, las historias truculentas que en ellos habitan, me hacen cada vez más insoportable el visionado de ciertas películas.

Creo que, no sé si producto de la edad, de los cambios hormonales experimentados, o sencillamente de una evolución  natural  de la razón  y del buen gusto (que en algunos casos se refina  con la edad) lo cierto es que  mi subconsciente ha ido desarrollando un rechazo casi físico a las películas “violentas” o simplemente  “desagradables”,  hasta el punto de desistir de ir al cine cuando tengo noticias de la dureza de determinadas escenas.

 Y esta podría ser calificada de “desagradable”,  en el sentido de que si bien es ficción todo lo  contado, resulta tan verosímil que uno es consciente de que la realidad del universo descrito no debe diferir demasiado de lo que se nos presenta en la pantalla: la brutalidad de los capos del narcotráfico, el mundo de la marginalidad y la precariedad económica como  caldo de cultivo de  incautos que caen en manos de los más desaprensivos sujetos;  la inconsciencia (si no la desesperación) de muchos de los  jóvenes que se adentran en el mundo del tráfico de  drogas; la dificultad para escapar de las redes de las  bandas una vez en ellas……….

Pero,  aun contando con que la temática me iba a resultar poco atractiva,  mantenía intactas  todas mis ilusiones  sobre las bondades de “El niño”. Y tengo que decir que creo que cuenta con muchas.  Así, las escenas de acción son verdaderamente creíbles, por auténticas, y no requieren de otro tipo de artificios (efectos especiales) para resultar trepidantes; el guion está logrado, realista  y no cae  en excesos ni florituras que con frecuencia  hacen  difícil seguir el hilo argumental (aquí se sabe quiénes son los malos que están claramente identificados y no son más de los estrictamente necesarios, salvo allí donde debe mantenerse el misterio); sus  diálogos son  muy de la calle, muy frescos;  el factor sorpresa se maneja correctamente  hasta prácticamente el final de la cinta;  el trabajo  de los actores es correcto (me gustan el  estreno en la pantalla del  protagonista, Jesús Castro,  que responde no solo  físicamente sino también  por la actitud perfectamente a la psicología del  personaje principal y  el descubrimiento de Miriam Bachir, que resulta, además de  natural, de una poderosa belleza); los romances…….En fin, “El niño”  se caracteriza  por ser un claro ejemplo de cinta de acción/suspense que cuenta con todos y cada uno de los ingredientes necesarios bien dosificados para configurar una película entretenida. Entonces por qué llegué a aburrirme en algún momento de la cinta????? No tengo una respuesta clara para esta pregunta: un exceso de metraje, combinado con  alguna pérdida de ritmo puntual  y una cierta frialdad en el relato, quizá. Detecto una cierta ausencia de calidez en la forma de contarnos la historia que se suple con una impecable  factura técnica pero que  no impide que la historia se  mantenga  alejada  del espectador. Le falta, pues,  cercanía.

Si bien  soy capaz de apreciar las  numerosas cualidades de este  thriller y  de reconocerle el mérito  a su director, pareciéndome como me parece un buen producto del puro cine de entretenimiento, esperaba algo que no me ha podido dar.

Suscribo plenamente las certeras palabras de Carlos Boyero que la califica de “brillante pero no cautivadora”. No tengo más que añadir.

Alicia dixit


lunes, 18 de agosto de 2014

BEGIN AGAIN

BEGIN AGAIN
DE
JOHN CARNEY

Teniendo en cuenta mi bien conocido desapego por los musicales, mi opinión sobre Begin again tiene un especial significado. No quiero decir con esto  que mi modesta visión  tenga más validez que la de cualquier otro sino que el hecho de que los musicales me produzcan una cierta aversión  dice mucho de mi entusiasmo por algunas películas del género. Porque cuando me encuentro ante un buen film soy capaz de reconocerlo por encima de cualquier otra circunstancia y este es el caso que nos ocupa.
 Desconocía casi todo de la película, salvo lo leído de pasada en una crítica cinematográfica de esas de las que suelo desconfiar. En esta ocasión,  no saber nada sobre su autor (el  exmúsico  irlandés John Carney) ni sobre su obra anterior (la vanagloriada Once, que trataré de localizar en cuanto tenga ocasión), ni sobre el género de pertenencia,  me permitió con mayor naturalidad dejar aflorar mi  sexto sentido fílmico. Y superando algún que otro prejuicio de los que no debería confesar (Keira Knightley, tampoco es santo de mi devoción y estas cosas me retraen de ver ciertas películas), sumado a la sequía  cinematográfica propia del periodo estival, me decidí  a verla.
Y me encontré con lo que siempre espero hallar en una sala, una película sencilla y fresca, mágica, cautivadora. Emotiva sin ser lacrimógena, previsible y  sorprendente  a la  vez, donde el final no es como sería esperable, al tiempo que resulta sencillamente auténtica, genuina. Una película que bien podría ser una historia real, donde el encuentro de dos personas en idéntica situación  personal, que conectan, en este caso  en lo musical,  produce el espejismo del surgimiento del amor. Y así es, la comunión que logran los personajes principales, interpretados de forma correctísima por Keira Knightley y Mark Ruffalo, que consiguen transmitir con gran espontaneidad, permite construir un relato cercano, verdadero  y conmovedor.
Dos personajes perdidos que se encuentran en el momento adecuado, lo que  les sirve  para apoyarse el uno en el otro y así salir reforzados  y poder  avistar la luz al final del túnel.
De fondo nos acompaña una más que digna banda sonora que contribuye a crear el ambiente acogedor que define la película, siendo una parte más de la historia. La música se convierte, así, en otro  personaje, que te cautiva y te seduce.  No es por tanto, un musical al uso, sino una película donde la música es más que  cooperadora necesaria, imprescindible. Supongo que el hecho de que su director sea un músico retirado le permite aproximarse al género con una desenvoltura que se respira.
Siendo como soy refractaria a los musicales, he de admitir que “Begin again” me ha complacido como hacía tiempo que no me ocurría. Tanto si gusta como si no este tipo de  cine,  no puedo más que  recomendarla, porque es la clase de película gozosa, optimista que te contagia buen rollito. Alguien da  más?

Alicia dixit

martes, 3 de junio de 2014

MADRE E HIJO
DE
CALIN PETER NETZER

Al olor del “Oso de Oro”  y del premio “FIPRECI”  de la crítica internacional del Festival de Berlín 2013,  y de la unánime crítica nacional sobre las bondades del film, acudo, no sin cierta desconfianza, a ver la rumana “Madre e hijo”.  Por  esa intuición mía que rara vez me falla, no las tenía todas conmigo, a pesar de lo cual decidí dar un voto de confianza a tanta coincidencia. Las sesudas interpretaciones  leídas sobre la cinta  me sirvieron para entender una película que no deja claro el mensaje que quiere transmitir. De no ser por las lecturas previas, nunca  habría deducido que el tema central del film es la relación de una madre  castradora y su  único hijo. O mejor dicho, la obsesión de una madre cuya característica primordial es el exceso de control o la sobreprotección que ejerce  sobre su vástago. Y digo que esto lo deduzco de las reseñas leídas, porque en la pantalla solamente veo una narración perdida, desenfocada, poco precisa, borrosa, donde quien sale peor parado  no es la madre, en contra de lo esperado,  sino  la supuesta víctima, el hijo. Si bien la idea, parece ser, es la de que la madre ejerce un control enfermizo sobre su hijo, que a pesar de tener más de 30 años y haber decidido independizarse, no puede desembarazarse de la vigilancia de su progenitora que supervisa todos  y cada uno de sus movimientos,   lo cierto es que lo que vemos en la pantalla no es fiel reflejo de lo aquí contado. Y digo contado (por mí, a partir de terceras lecturas) que no visto,  porque yo no sé si habría llegado a esta conclusión por mí misma.
Lo que yo sí  veo es la descripción de una mujer de clase acomodada rumana, profesional liberal, que se muestra perpleja y se  lamenta de que su único hijo se aleje de ella  irremediable e incomprensiblemente a sus ojos. Y a los míos también resulta inexplicable, porque  a tenor del retrato que se nos hace de la supuesta obsesa resulta difícil discernir las causas del rechazo. Del relato de la mujer (en las conversaciones con la hermana) y de algún exabrupto del personaje del hijo, se constata que  éste rechaza de forma visceral a la madre y se niega, sin contemplaciones, a dejarse manejar. Exige ser él quien   lleve las riendas de la relación. Tenemos que deducir, por tanto,  que hasta ese momento  la cosa era bien distinta. No sé si pretende emplear la elipsis como medio para abordar el relato, porque salvo un par de diálogos explícitos, lo que se nos muestra en pantalla es cosa bien distinta de lo esperable, pero de ser así, el intento resulta frustrado. En cambio se nos muestra a una señora, que si bien se entromete en la vida de su hijo más allá de lo que dicta el sentido común,  sin embargo esa  invasión del espacio ajeno no es más intensa de  lo que suele darse en los casos de  madres de un único hijo cuando éste se va de casa, y que padecen, por tanto, lo que los psicólogos norteamericanos han bautizado como el  “síndrome del  nido vacío”. Es más,  esta señora  se muestra cariñosa en todo momento, considerada y generosa  y hasta cordial con la nuera,  a pesar de que no es santo de su devoción lo que  no deja de ser una muestra de respeto y de un grado encomiable de civilización por su parte. Qué cosa más natural que a una madre no le parezca  su nuera lo suficientemente digna  de  su hijo!!!!! Siempre que mantenga las formas y  el trato correcto, cosa que no deja de hacer  la protagonista ni por un momento, no encuentro nada reprochable en su  conducta.  Respecto del control al  que quiere seguir sometiéndolo, se explica con detalles tan irrisorios como el de  tener colocada en su casa (la del hijo, se entiende) a la asistenta que trabaja en la suya propia,  con objeto  de estar informada de cuanto  allí acontece. Pero quién no siente curiosidad por  conocer las condiciones  en las que vive su hijo, por intrascendentes  que estas puedan ser????  Nos ocurre hasta  con nuestros propios vecinos de rellano. Y si no, que alguien me explique qué es lo que mueve a miles de espectadores a seguir con devoción  los programas de “gran hermano” que tanto proliferan en las parrillas. Vamos, que si esta  señora es una madre castradora que venga Dios y lo vea.  A mí me parece una madre preocupada por su hijo,  como cualquier madre “convencional”, que resulta respetuosa, afectiva, entregada a la causa de proteger al hijo en una situación más que comprometida.  En otras palabras el personaje femenino me parece simpático, siendo la ordinariez y la brusquedad del hijo lo que  me parece francamente fuera de lugar. O el autor  no sabe lo que  es, en realidad, una madre castradora  o es que no ha sabido contárnoslo. Si para vislumbrar la intención del autor  tienes que estar a las explicaciones que  te dan los propios personajes, (o a la interpretación  de  cierto sector de la crítica) es que algo falla.
En cambio el mundo de la corrupción que lo impregna todo en la vida pública de Rumanía, sí queda claramente expuesto. Aquí no se  precisa de ninguna explicación adicional. Lo que me confirma, por si cabía alguna duda,  que el autor fracasa en la descripción de la psicología de los personajes. Y no será porque no hay mil maneras de dibujar a una madre posesiva y desequilibrada generadora de neurosis familiares. Quizá la circunstancia elegida para el relato (un accidente  de tráfico con resultado de muerte de un niño) sea el menos adecuado para hacernos ver la capacidad manipuladora de la  mujer. Porque más bien al contrario, cualquier “madre tipo”  haría lo indecible por  asistir a su hijo en una situación crítica como la contada en la cinta.
Por salvar algo de lo visto, diré que las interpretaciones son magníficas,  pero no merecen por sí solas  la asistencia el cine. Ninguna gran interpretación es, en mi opinión,  capaz de salvar una película fallida como   “Madre e hijo”. No encuentro, por tanto, razón alguna para recomendarla. Por el contrario, en mi opinión   lo recomendable es buscar alguna otra película que ver, para matar el gusanillo de las ganas de ir al cine.  Yo tenía un par de  alternativas en cartera, por lo que me resarciré tan pronto tenga oportunidad. Y esta vez sí me dejaré guiar por mi olfato, que es fiel amigo y no me traiciona.

Alicia dixit.

domingo, 25 de mayo de 2014



APRENDIZ DE GIGOLO
DE
JOHNM TURTURRO

Cuando se quiere consumir un producto es más acertado comprar el original y no una imitación. En el caso de esta película nos encontramos no solo con un producto falsificado sino que nos topamos con una mala copia de una clásica elaboración del genial Woody Allen. Nada más empezar y a todo lo largo de la película, nos muestran no solo indicios indirectos, sino además burdas maniobras para confundir y que no identifiques que estás frente a un triste parodia del genial Allen. Por ejemplo, toda la música gira en torno al jazz ligero.
Desde el mismo principio de la película se utilizan recursos para que la imitación se parezca lo más posible a un producto original. Ni tan siquiera la participación de Woody con sus balbuceos, base de su humor o de querer reflejar una timidez que todavía no sé si es impostada o real, logran engañarnos. No entiendo como la policía no acude a las salas y requisa la copia de la película como hace con los artículos falsificados en lejanos países y vendidos por las calles a través de ese viejo sistema de exposición de productos sobre manta en el suelo.
Ya el título es suficientemente engañoso. Desgraciadamente nos recuerda a aquellas obras cinematográficas que poblaban la cartelera nacional en la época de la transición que estaban (dirigidas (magistralmente para su finalidad) por Antonio Ozores y protagonizadas por Fernando Esteso y Andrés Pajares. Las actrices responsables de protagonizar las escenas de desnudos totales tienen que mantener su prestigio como Sharon Stone y no consiguen mejorar las interpretaciones de nuestras Blanca Estrada o María José Cantudo. No mencionaremos nada de la triste interpretación de John Turturro que antes de hacer esta película debería haberse documentado un poco visionando a nuestros grandes actores que dieron sentido a esta “insigne” etapa de nuestra industria cinematográfica.
Por último mencionaré que la narración alrededor de la colonia judía en Nueva York no sé si ayuda o perjudica a que comprendamos mejor su cultura.
Lo que sí me queda claro es que existe una gran amistad entre el director de la película y los principales actores y actrices que integran el elenco. En particular, destaca el apego de Woody Allen por el director del film si no, no se entiende cómo se ha prestado a colaborar con este timo. Resulta increíble que una marca de prestigio colabore con sus falsificadores para lanzar una imitación que no es capaz de parecerse ni en los más nimios detalles al producto original.
Un fracaso de imitación, un fracaso de película, un escándalo para el espectador, un timo para el consumidor.
Germán.

domingo, 27 de abril de 2014

EL PASADO
DE
ASGHAR FARHADI

En ocasiones la ilusión por ir al cine y, sobre todo, por ir a ver determinado tipo de cine, se trunca cuando asistes a una burda instrumentalización de este arte para que te presenten una historia absolutamente retrógrada. El tufo que desprende toda la obra es difícilmente soportable.
En los momentos en que vivimos, en una nación como Francia, el autor nos presenta uno de los nuevos tipos de familia que ya tenemos más que interiorizados. En ellas prima la felicidad sobre la tremenda carga que supone mantener situaciones en las que la convivencia se hace insufrible. Esto que no pertenece ni tan siquiera a elenco de logros que las sociedades avanzadas se han dado, sino que pertenece al mundo del más puro y simple sentido común, lo pone en entredicho el creador de este bodrio.
La llegada del exmarido, iraní, de una mujer francesa que quiere legalmente  finiquitar su matrimonio con él (firmar el divorcio) porque está manteniendo una nueva relación, pone al descubierto los terribles tormentos que sufren los hijos del anterior matrimonio de su antigua pareja y la del hijo de la que va a ser la futura, de la que está embarazada.
El director complica aún más la situación y para ello, no tiene reparos en introducir un intento de suicidio de la mujer (francesa) de la nueva pareja de su exmujer.
Todos sufren y el buen iraní viene a dar lecciones de sentido común a una colección de irreverentes y desquiciados franceses que han perdido toda noción de los problemas que generan a sus hijos con estos frívolos cambios de pareja. ¡En fin! El colmo resulta ser que una persona viene -nada más y nada menos que de una sociedad como la iraní- a poner cordura a esta devastadora pérdida de valores a la que están conduciendo la mayoría de los franceses con esta ruptura del modelo de familia tradicional.
¡Esto no puede ser! Tanta falta de sacrificio por el mantenimiento de una feliz/infeliz familia solo conduce a la desventura de los inocentes niños. Ellos, que además de no verse reflejados en el nuevo estilo de vida sufren y padecen no pocos envites de violencia provocada por la tensión en la que están inmersos aquellos que quieren construir una nueva relación.
Las pobres víctimas que intenten cambiar una situación de difícil convivencia  provocarán múltiples desgracias: un intento de suicidio de la despechada mujer, la asunción de unas responsabilidades difícilmente asumibles por los hijos adolescentes, una intranquilidad y falta de adaptación con no pocos arranques de violencia para los hijos más pequeños, un terrible sentimiento de culpa para el exmarido de la que ha intentado suicidarse y una falta de seguridad en la decisión de la nueva pareja de este que se ve agravada con un irresponsable embarazo.
Un buen iraní, con aspecto de cura católico obrero, aterrizará en esta especie de Sodoma francesa dispuesto a interponerse entre todo este desmán para resolver la situación.
Al director se le ha ido la mano en este folletín más propio de radionovelas de un tiempo que afortunadamente ya hemos superado y que, mal que le pese a muchos, no van a volver. Una historia que de puro retrógrada resulta repugnante.

Germán.  

domingo, 20 de abril de 2014

GUILLAUME Y LOS CHICOS A LA MESA
DE
GUILLAUME GALLIENNE

La excelsa “Guillaume y los chicos, a la mesa” viene precedida por numerosos galardones, entre los que se encuentran todos los César posibles del cine francés, de manera que no tiene mérito alguno haber tomado la decisión de ir a verla al cine. Y no defrauda lo más mínimo. Desde el inicio mismo hasta el fin, el esperpento es de tal calibre y está relatado con tanta gracia, que te atrapa hasta la carcajada. Sí, es una comedia. Comedia de humor tonificante, estimulante. La dificultad de contar una historia  trágica- como es la de las peripecias del autor-  en tono humorístico debe ser mucha, porque las aventuras vividas debieron ser un infierno para el niño y el adolescente que fue. Ahora bien, es tal  el derroche de humor que desde la distancia de la edad adulta se produce,  sin el menor atisbo de rencor, desprovisto de revanchismo, que  resulta del todo  revitalizante. Ser capaz de sobreponerse a una madre chiflada  y egoísta como la descrita, sin perder la cordura, bien merecerían, aunque solo fuera, mi admiración. Si además de sobrellevarlo y sobrevivir, se hace gala  del sentido del humor  exhibido, se  demuestra ser portador de una  lucidez y una inteligencia  al alcance de muy pocos. El resultado final no puede ser más que el de una magnífica comedia, como así es. La genialidad de los personajes que habitan la película es digna de elogio (desde el padre espantado, hasta los hermanos burlones,  pasando por la aristocrática abuela rusa en el exilio) y componen junto con los papeles interpretados por Guillaume Gallienne (Guillaume niño, joven, adulto y el papel de la madre, que a veces nos recuerda  a   Dustin Hoffman en Tootsie) un perfecto mosaico de personajes desternillantes. No relataré las peripecias para no desvelar el argumento, pero desde las vacaciones en Cádiz,  hasta la estancia en el balneario austriaco, pasando por  las veleidades  del protagonista en locales de  ambiente componen una obra rocambolesca  digna del mejor astracán. Pero lo más brutal, y a la vez lo más desternillante de todo resulta ser el realismo de lo acontecido, lo grotesco  del relato  y sus personajes de carne y hueso. En definitiva, “Les garçons et Guillaume, à table!!" resulta ser una comedia imprescindible para cualquier cinéfilo que se precie.  
Qué gozoso disfrute y qué envidia  provoca descubrir gente capaz de reírse de sus propias miserias con este desparpajo…….Y cuantas enseñanzas se sacan!! Cada desgracia, contiene en sí misma su mejor chanza, solo hay que ser capaz de reírse de uno mismo……
Comedia sin duda terapéutica para su autor, pero también para su público, es el mejor premio que uno puede ofrecerse una tarde cualquiera de un fin de semana cualquiera: ir al cine en buena compañía y soltarse la melena.
Alicia dixit.

QUAI D’ ORSAY
(CRONICAS DIPLOMÁTICAS)
DE
BERTRAND TAVERNIER

Ir al cine a ver una comedia y encontrarse con una obra muy próxima al hiperrealismo, es lo que se experimenta cuando se acude a disfrutar de esta obra.
La sociedad europea y por ende la española necesitaban de esta película. Un film que inspirado en un famoso comic nos refleja de forma magistral cómo son las interioridades de la acción política. No nos confundamos, el problema que viven gran parte de las sociedades avanzadas con democracias firmemente asentadas no es la política en sí misma, sino su acción y, sobre todo, los personajes que han conseguido encaramarse en este honorable oficio para hacer del mismo su modo de subsistencia.
Bertrand Tavernier con un inteligente humor nos desvela como es el día a día de un ministro de Estado -en los ministerios técnicos no debe ser muy diferente- y de su grupo de fieles asesores. Estos, tienen que lidiar con la más grande dificultad ante la que se puede encontrar un técnico ¿sentar las bases de la política exterior de una gran potencia con armamento nuclear y un pasado colonial importante? no, tienen que hacer frente a un arduo trabajo: interpretar a su jefe. Este, desde la cima de su propia vanidad va dando órdenes contradictorias (opuestas al más mínimo sentido de estado);  busca, permanentemente, referentes que inspiren la alta estima que tiene de sí mismo. En tal alta cumbre se ve que para reafirmarse, se impone, igualmente, un comportamiento y unas formas de actuar acordes con su vacuidad: Pisa fuerte, muy fuerte; abre y cierra las puertas con un gran derroche de energía; práctica jogging y obliga a sus asesores a seguirle mientras imparte instrucciones; el ejercicio del mando llega a cualquier lugar: incluso mientras está meando necesita un asesor al que dar órdenes.
¿Mientras tanto quién resuelve los problemas de gestión? Un abnegado funcionario que conoce a la perfección su oficio. Así, este se ve obligado a tener que hacer un doble esfuerzo, por un lado esquivar a su jefe y por otro resolver los problemas de un ministerio tan importante como es el de Asuntos Exteriores.
A todos aquellos especialistas en saber qué es lo que hay que hacer, ocupando el espacio de las soluciones generalistas pero que jamás van a ofrecer nada sobre el cómo hacer las cosas, va dirigida esta película. La política, con el consentimiento de los ciudadanos, se ha transformado en lo que nos muestra el director de este film. Seguiremos asistiendo a este completo despropósito hasta tanto nos decidamos a participar activamente en las instituciones para desde dentro de ellas corregir este sinsentido.
A todos aquellos funcionarios que realizan su trabajo en la delgada línea que separa lo administrativo de lo político, también va dirigida esta obra. Ellos con su sentido de la profesionalidad, no sólo consiguen sobrevivir, sino que con no poco esfuerzo (pensemos que si el papel del protagonista es el del acertado comportamiento un ministro, imaginemos a dónde puede llegar esta situación según bajas en el escalafón de los puestos políticos) son capaces de centrarse en lo esencial y que las instituciones funcionen.
Esta película tiene una gran carga de profundidad. Con gran sentido del humor nos muestra la realidad de la acción política, algo que necesariamente entre todos tendremos que cambiar desde sus mismos principios. Si generalizamos e incrementamos nuestra participación como ciudadanos seremos capaces de transformar la forma en que se ejerce la política. Esto es posible, Bertrand Tavernier nos estimula a ello.

Germán.      

domingo, 6 de abril de 2014

IDA
DE
PAWEL PAWLIKOWSKI

Con el fallecimiento de Adolfo Suarez la etapa de la transición a la democracia ha recuperado protagonismo. Por mi edad, me tocó vivir en directo este momento. Por  ello mantengo bastante frescos muchos recuerdos de entonces. De estos, unos de los que más vivamente conservo son los que se refieren a ese debate ideológico que se sucedía en cada rincón de los barrios periféricos de las grandes ciudades, generalmente engendros del franquismo. El cambio de régimen estaba descontado y el poderío del Partido Comunista de España era una realidad social. A la sombra de esa fortaleza y de las numerosas escisiones que se habían producido en el PCE, fruto de la evolución ideológica y de las variadas implantaciones del llamado socialismo real, flotaban en el aire un sin fin de partidos marxistas con diferentes apellidos: leninistas, mahoistas, stalinistas, troskistas e incluso un modelo típicamente nacional, el socialismo carlista (con todos mis respetos hacía sus seguidores), etc. Con esta amalgama de partidos y con el muro de Berlín en pie muchos de los seguidores de esta constelación miraban a los países del Este de Europa como un referente del cambio hacía donde debía conducirse nuestro país. En aquel momento ya existía entre otras cosas el Interrail y no era difícil que para  poder visitar algún país de la Europa occidental hubiera que atravesar alguno de la órbita soviética. El impacto era de tal calibre que podías sentir cierto  resquemor de que este universo de partidos comunistas nos condujera a un modelo que simplemente de un primer vistazo, ya aterrorizaba. Terror, que se acentuaba cuando podías compararlo con la Europa occidental y en concreto, con los países en los que la social democracia había conseguido consolidar su modelo. Este es hoy el referente para el conjunto de la izquierda social española.
Por esos motivos es por lo que siempre me siento entre atraído y obligado a ir a ver películas que muestren en imágenes cómo era la vida en el llamado socialismo real. El objetivo es el de realizar un ejercicio de contraste entre las impresiones que te provocaban aquellos viajes y lo que nos muestran los realizadores de estas películas. En los últimos años hemos podido asistir a grandes obras que nos los han retratado con exactitud, por ejemplo: “La vida de los otros” o “Cuatro meses, tres semanas y dos días”.
Ida, si bien, en algunos aspectos, no ha respondido, cien por cien, a lo que esperaba de ella en particular en lo relativo a la violenta delación entre compatriotas polacos durante la ocupación nazi. Ésta, cuya magnitud fue sorprendente en un país tan ultra católico como es Polonia no se plantea en la película. En otros aspectos sí he salido plenamente satisfecho. El director con la utilización del blanco y negro y con una casi absoluta falta de movimientos de cámara es capaz de hacernos sentir la tristeza fruto de la represión política que invadía esta sociedad. No necesita tampoco utilizar como recurso adicional para remarcar determinadas secuencias el acompañamiento de la música. Las escenas hablan por sí solas.
La contraposición entre los dos personajes, magníficamente interpretados, una novicia que antes de tomar los votos abandona temporalmente el convento para visitar a su única familiar viva, una tía. Ésta, funcionaria judicial del régimen que fruto de su radicalismo ideológico unido al rencor que anida en su subconsciente por la barbarie de la guerra, se ve abocada a tomar decisiones que su conciencia no puede aceptar. Así, para sobreponerse a su sufrimiento necesita de todos los recursos externos que su modelo, el socialista le ofrece. Su adicción a la bebida la hace caer en desgracia ante el aparato del Estado.
Las dos buscan a sus familiares comunes. Mediante esta búsqueda el director nos muestra la Polonia de los años 60. A través del recorrido nos enseña las tristezas y miserias humanas que acompañaban al régimen comunista polaco así como la violencia entre compatriotas de diferentes creencias religiosas durante la ocupación. El viaje resalta los tormentos que sufre la tía y a la futura religiosa le permite experimentar la vida que existe extramuros del convento. Finalmente, la radical comunista no puede soportar las contradicciones sobre las que ha construido su vida y la sobrina no encuentra especiales diferencias entre la desdicha del convento y lo que le ofrece la vida fuera del mismo. Por último, ésta opta por continuar su camino priorizando la conformidad sobre la curiosidad.  

Germán.         

domingo, 30 de marzo de 2014

LA GRAN ESTAFA AMERICANA
DE
DAVID O. RUSELL

Una de las verdaderas motivaciones por las que la gente consume cine y se convierte en cliente de esta industria es, sin lugar a dudas, porque la decisión de gasto va acompañada de una cierta liturgia. Ésta tiene muy pocas variaciones y generalmente depende de una serie de factores comunes que me ahorraré. En el caso que nos ocupa -ir a ver “La gran estafa americana”- responde a ese ritual de domingo gris en el que no tenías ni por asomo intención de moverte de casa. A esa pretensión, suele acompañar un momento en el que te invade el hastío y levantas la cabeza del libro que estás leyendo o separas la vista de la infame televisión y pronuncias las palabras mágicas: ¿por qué no vamos al cine? Ya no tienes tiempo ni probablemente ganas de escoger ni película, ni sala. Abducido por esta atmosfera, débilmente articulas: podíamos ir a ver esta película, no sé muy bien de qué trata pero ha estado a punto de que le dieran un Oscar. No hay más que hablar, una rápida preparación y a la sala más próxima.
“La gran estafa americana” contiene todos los códigos que identifican un modelo de cine muy americano. Nos presenta la sociedad y la cultura de este país mediante un repaso de todos los tribalismos que parece, por lo menos para la industria del cine, que la identifican: chicas guapas (morena lista, rubia tonta); estafador con tupé; policía joven del FBI que quiere lanzar su carrera con el arresto de su vida; jefe de la policía sensato; fiscal del distrito que ve en un gran caso una oportunidad para lanzar su carrera política; político populista-comprado acompañado de una adorable familia al más puro estilo USA; políticos de alto rango corruptos y la mafia. Sí la mafia, y sorpresa ¿quién es el jefe de la mafia? Robert de Niro.
Las imágenes que acompañan a la narración tampoco se sustraen de los tópicos: rayas de cocaína en erotizadas discotecas, chicas con provocativos vestidos, apartamentos lujosos, feliz familia americana, restaurantes con estética europea, ambición, tierra de oportunidades, el dinero como el gran motor que todo lo puede, etc.
La estructura de la narración hace que ya en los primeros cinco o diez minutos descubras en qué va a consistir. Las apariencias no son más que apariencias y una inocente casualidad va a revelarnos la realidad tal y como es. Algo tan simple como esto está dirigido con suficiente oficio como para que te instales en la historia y te dejes mecer placenteramente durante las más de dos horas que dura esta colección de tópicos. El final tampoco disminuye el nivel de manidas vulgaridades: el estafador que hay que atrapar, pesca al poli ambicioso, limpia al sistema político estadounidense de unos cuantos políticos comprados y la mafia no consigue aumentar sus negocios fuera de los lugares donde tradicionalmente está implantada.
Una película correcta para cumplir con el ritual de ir al cine un domingo gris en el que te invada la molicie y el hastío.

Germán.

lunes, 24 de marzo de 2014

PHILOMENA
DE
STEPHEN FREARS

Stephen Frears es siempre un valor seguro. Con una solvencia acreditada por una larga y prestigiosa trayectoria que nos ha dejado numerosos  títulos de éxito (“Mi hermosa lavandería”, la soberbia versión de “Las amistades peligrosas”,  “Café irlandés” o “High Fidelity” por citar  algunos de los más sonados)  no es ninguna sorpresa encontrarse ante una delicia  como Philomena, su más reciente creación.
Siendo un artista tremendamente versátil –buena cuenta de ello nos  la da su cine variado- y gustándome como me gusta en sus diversas facetas, me llega, especialmente, cuando acomete temas  sociales, como es el caso. Es un digno representante (con su personal mirada) de lo más  granado  del cine social británico (junto con Leigh  o Ken Loach) que tantas alegrías nos da a los cinéfilos y tanta gloria reporta al séptimo arte del Reino Unido.
A pesar de estos antecedentes, la historia, basada en un hecho real, sobre una madre  irlandesa de temprana edad a la que arrebataron su hijo nacido fuera del matrimonio, y su búsqueda posterior, me provocaba cierta desconfianza sobre cuál pudiera ser el resultado final.   Un posible  exceso de dramatismo o una eventual  tentación por lo lacrimógeno me prevenían contra  la película. Craso error, si el autor de la obra es un director que  derrocha talento cinematográfico, como ocurre con  Frears. Lejos de resultar sensiblera, la película nos muestra la vida de una madre en busca de su hijo nacido 50 años atrás, con una naturalidad pasmosa, y un humor que excluye cualquier atisbo de ñoñería. La normalidad  y la dignidad con la que Philomena vive su drama, oculto durante décadas incluso a su propia hija,  nos acerca a la realidad de estas situaciones (por otra parte, tan comunes por nuestros lares, hasta hace dos días) sin artificios  ni sentimentalismos superfluos. El hecho, en sí mismo, es lo suficientemente atroz como para tratarlo sin dramatismos. Y con ese planteamiento  lúcido e inteligente sobre el tema el relato resulta, sin más calificativos, conmovedor.
Para lograr emocionarnos sin exagerar el dolor sufrido por Philomena, nos propone una relación peculiar madre/periodista decidido a indagar en la historia y ayudar a la protagonista en su búsqueda del hijo extraviado. Y es ese contrapunto perfecto el que logra un equilibrio desconcertante   e impone una dosis  inicial de distancia sobre el tema que va evolucionando a medida que pasan los minutos. El control  que tiene el autor sobre los efectos de la historia  en el espectador es asombroso. El personaje interpretado  por Steve Coogan (también coguionista)  periodista “en paro” que rechaza en principio escribir un libro sobre la vida de Philomena porque le provoca un sincero desinterés, evoluciona al tiempo que nuestros sentimientos  y la creciente  empatía con el personaje de Philomena y su drama. La personalidad de la protagonista  provoca admiración. Mujer sencilla, que jamás ha superado la pérdida del hijo y que sin embargo, se muestra fuerte, entera y asombrosamente firme en sus convicciones católicas (no hay que olvidar que son las religiosas que la acogieron en su seno durante su embarazo, las que propiciaron la venta del hijo a unos “padres americanos”) con unas dosis de humor que resultan reconfortantes y que contribuyen a humanizar y a engrandecer su figura. El desconcierto que provoca en el personaje de Coogan su actitud (herida y dulce a la vez) es compartido por los espectadores. Y su ausencia de odio, no  aparece como producto de la cerrazón o del radicalismo religioso, sino más bien al contrario, como consecuencia de la bondad y la extraordinaria generosidad del personaje, que a pesar del sufrimiento experimentado, no alberga sentimiento alguno  de venganza. Los sentimientos de profundo rechazo por lo acontecido y sus responsables, que invaden al periodista (y finalmente  amigo de Philomena), son los mismos que acaban invadiendo a los espectadores y la incapacidad para entender la resignación, la aceptación, la ausencia de rencor de Philomena, son, en mi opinión,  los elementos más impactantes del film.
Es, por tanto, la evidencia de la extraordinaria nobleza  de la madre y su único deseo de reencuentro y reconciliación con el hijo, lo que te dejan helado ante la pantalla.
Como muy bien decía Boyero en una  reseña escrita  después de la reciente  ceremonia de entrega de los óscars, echo  en falta  la concesión de algún premio a Philomena. Este tipo de cosas  son las que explican mi distancia del gusto cinematográfico americano. Qué falta de sensibilidad denotan los académicos.!!!Y qué ausencia de buen gusto!!!! Porque  Philomena es merecedora de más de un galardón.
 Anyway,  Philomena es un premio  en sí misma, porque  despierta las más hondas emociones  y hace aflorar  los mejores sentimientos entre los espectadores.

Alicia dixit.

domingo, 16 de marzo de 2014

LA HERIDA
DE
FERNANDO FRANCO
La herida es una película dura, muy dura. Tanto para las personas que han tenido que padecer, con alguna proximidad, la relación con alguien aquejado de un trastorno de la personalidad, como para alguien que no conozca nada más que por referencias este mal.
Para poder sentir directamente los sufrimientos que padecen las personas aquejadas por esta alteración, el director mediante la técnica del plano secuencia nos muestra escena a escena todos y cada uno de los síntomas que la definen. El propósito de esta forma de narrar, parece ser el de alcanzar un nivel de complicidad con el espectador que le permita entender la soledad, la angustia, el miedo, la incomunicación, la rabia incontenible, el dolor, la fragilidad, la vulnerabilidad, etc. que Marian Álvarez, su protagonista, nos muestra de forma soberbia.
El cine es, en ocasiones, además de un ejercicio de ficción una expresión de hiperrealismo que sirve para enseñarnos aspectos de la condición humana que nos empeñamos en no ver. En los últimos tiempos hemos podido asistir a algunas obras de arte que a través de las posibilidades narrativas que ofrece el cine nos han puesto frente a una realidad que aunque la ignoremos, existe. Esta cinta enlaza en no pocos aspectos con la última de Michael Haneke, “Amour”. Cuando abandonas la sala, en tu interior te invade una sensación de desasosiego provocado por mostrarte aspectos vitales con los que convivimos y tenemos dificultades para asumir que son así, sin paliativos.
Fernando Franco no parece tener ninguna duda sobre lo que quiere contarnos, ni tampoco sobre las emociones que nos quiere provocar. Esto lo hace a través de imágenes impactantes como las de autolesiones físicas, las de consumo de drogas y alcohol, las de sexo compulsivo, etc. Pero, sobre todo, no quiere aliviarnos las sensaciones dejadas y termina sin dar ni un ápice de esperanza a la protagonista.
Es imposible escribir algo sobre esta película sin insistir en la interpretación de Marian Álvarez, una magnifica actriz que se merece todos los premios que le han concedido, Goya a la mejor interpretación femenina y Concha de plata a la mejor actriz en el festival de San Sebastián 2013. Nos muestra una enorme capacidad interpretativa y una gran habilidad para cambiar de registro. Es asombroso apreciar cómo es capaz de empatizar con los enfermos que traslada en la ambulancia y cómo una vez que termina su jornada laboral y la soledad se le apodera hacer visibles todas y cada una de las huellas que marcan la vida de la protagonista.
No me atrevo a recomendar esta película ¿alguien puede sugerir a otro que vaya al cine a pasar un mal rato o simplemente invitar a verla para poder ver sin adornos un aspecto de la naturaleza humana de difícil compresión, pero que existe? Esta película nos ayuda, sin lugar a dudas, a entender esta silente dolencia.

Germán.