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jueves, 11 de febrero de 2016

“LOS ODIOSOS OCHO”
DE
QUENTIN TARANTINO

En “Los odiosos ocho” nos encontramos ante el Tarantino en estado más puro. La quintaesencia de su cine está contenida en su última película, lo que  no es buena noticia para  los poco entusiastas, entre los que me encuentro.
Los  que no terminamos de sintonizar  con él, hemos celebrado (y disfrutado, por qué no decirlo) de sus últimos trabajos (“Malditos Bastados” o “Django desencadenado”), lo que nos ha llevado al cine en la creencia  de encontrarnos con el autor de los últimos tiempos.  Y no es que en estas películas no se hallara su esencia y sus inconfundibles rasgos, sus toques personales, sino porque más allá de ellos, se contaba con un cine sólido, bien construido, en definitiva, sugerente.  Sin embargo, a mí el Tarantino que más me interesa es el más alejado de sí mismo. Distanciado de estos recientes escarceos, “Los odiosos ocho” representa un regreso al pasado. Aquí Tarantino es más Tarantino que nunca. Se supera a sí mismo y nos ofrece más de lo de siempre, para mi sorpresa y disgusto.
La película comienza con unos chispeantes diálogos, que hacen presagiar una sesión placentera de cine, pero en pocos minutos, la cosa se tuerce, la expectación ante la novedad se desvanece  y todo queda reducido a los cuatro estereotipos recurrentes y previsibles, trufados de algún guiño al cine de suspense, más al estilo de “Se ha escrito un crimen” que otra cosa: cierta intriga que sirve de hilo conductor a  la violencia desmesurada  habitual (las hostias asestadas a la protagonista femenina ya comienzan a incomodarme desde el principio) que acaba derivando en una suerte de  orgía de tiros y sangre propia de una parodia  de terror para adolescentes.  
Este Tarantino hará las delicias de sus seguidores que podrán disfrutar de su ensoñación por el gore más estrafalario, y por tanto, cada vez menos novedoso, menos impactante pero  a mí no hace más que reafirmarme en mi escepticismo.
Predecible, la película  resulta un déjà vu interminable (hay que añadir el largo metraje  que la hace más insoportable, si cabe) que me mantuvo peleando contra el sueño  buena parte de la sesión.
Pues eso, este regreso a la estética y la dinámica de “Reservoir dogs” o de “Abierto al amanecer” me distancia de Tarantino (aún más)  y me hace dudar de sus intenciones (o habilidades, que uno  no sabe ya si es que no es capaz de  hacer nada diferente)  futuras.
Con franqueza, no sé si me quedan ganas de repetir con Tarantino, visto lo visto. Os lo comentaré cuando llegue el momento de enfrentarme al dilema. Hoy por hoy,  solo me produce hastío, por lo que el divorcio es irreversible.

Alicia dixit