“LOS
ODIOSOS OCHO”
DE
QUENTIN
TARANTINO
En “Los odiosos ocho” nos
encontramos ante el Tarantino en estado más puro. La quintaesencia de su cine
está contenida en su última película, lo que no es buena noticia para los poco entusiastas, entre los que me encuentro.
Los que no terminamos de sintonizar con él, hemos celebrado (y disfrutado, por qué
no decirlo) de sus últimos trabajos (“Malditos Bastados” o “Django desencadenado”),
lo que nos ha llevado al cine en la creencia de encontrarnos con el autor de los últimos
tiempos. Y no es que en estas películas
no se hallara su esencia y sus inconfundibles rasgos, sus toques personales,
sino porque más allá de ellos, se contaba con un cine sólido, bien construido,
en definitiva, sugerente. Sin embargo, a
mí el Tarantino que más me interesa es el más alejado de sí mismo. Distanciado
de estos recientes escarceos, “Los odiosos ocho” representa un regreso al
pasado. Aquí Tarantino es más Tarantino que nunca. Se supera a sí mismo y nos
ofrece más de lo de siempre, para mi sorpresa y disgusto.
La película comienza con unos
chispeantes diálogos, que hacen presagiar una sesión placentera de cine, pero
en pocos minutos, la cosa se tuerce, la expectación ante la novedad se
desvanece y todo queda reducido a los
cuatro estereotipos recurrentes y previsibles, trufados de algún guiño al cine
de suspense, más al estilo de “Se ha escrito un crimen” que otra cosa: cierta
intriga que sirve de hilo conductor a la
violencia desmesurada habitual (las hostias
asestadas a la protagonista femenina ya comienzan a incomodarme desde el
principio) que acaba derivando en una suerte de
orgía de tiros y sangre propia de una parodia de terror para adolescentes.
Este Tarantino hará las
delicias de sus seguidores que podrán disfrutar de su ensoñación por el gore
más estrafalario, y por tanto, cada vez menos novedoso, menos impactante
pero a mí no hace más que reafirmarme en
mi escepticismo.
Predecible, la película resulta un déjà vu interminable (hay que añadir el largo metraje que la hace más insoportable, si cabe) que me mantuvo
peleando contra el sueño buena parte de
la sesión.
Pues eso, este regreso a la
estética y la dinámica de “Reservoir dogs” o de “Abierto al amanecer” me
distancia de Tarantino (aún más) y me
hace dudar de sus intenciones (o habilidades, que uno no sabe ya si es que no es capaz de hacer nada diferente) futuras.
Con franqueza, no sé si me
quedan ganas de repetir con Tarantino, visto lo visto. Os lo comentaré cuando
llegue el momento de enfrentarme al dilema. Hoy por hoy, solo me produce hastío, por lo que el divorcio
es irreversible.
Alicia dixit