Etiquetas

LA VIDA MISMA.GERMÁN

Si no puedes escribir, escribe

domingo, 15 de febrero de 2015

NIGHTCRAWLER
DE
DAN GILROY
La industria del periodismo se sostiene sobre un halo de pureza que lo aleja de las miserias de la lucha por la vida. Este oficio, en su ejercicio, no parece afectado por las reglas del mercado y sus profesionales nos recuerdan permanentemente su independencia situándose por encima del común de los mortales. Cuál es la realidad, pues que la rentabilidad está presente en su supervivencia y para conseguirla necesitan alimentar las más bajas pasiones de la audiencia. Numerosos ejemplos tenemos en las televisiones nacionales. Esto, lejos de ser una coyuntura es ya una realidad estructural que marca a numerosos medios de comunicación. Así, asistimos a la paulatina transformación de los medios de comunicación. Desde un periodismo tal y como hemos conocido e identificado como el cuarto poder, a unos medios cada día más deudores de las audiencias.
Aquella frase que cimentada las relaciones entre Margaret Thatcher y Ronald Regan: “las sociedades no existen, solo hay individuos viviendo juntos”, ha penetrado en los comportamientos humanos de forma global y en particular en la agrupación de personas que  hacen funcionar las empresas. Es aquí, en estas organizaciones, donde se valora más el éxito individual que el trabajo colectivo. Al identificarse el triunfo con la iniciativa y la acción individual, se da rienda suelta al todo vale, se destrozan las normas sobre las que se asientan las colectividades y pasa a segundo plano la capacidad y la formación como base para la meritocracia.
Pues bien, Nightcrawler es una descripción, más que perfecta, de todo lo anterior. Es un magistral thriller que huye de los típicos registros de este estilo. Aquí no hay un criminal en sentido estricto, aquí hay un forajido del todo vale con tal de conseguir el éxito profesional. El film consigue despertar la emoción, la tensión y el suspense a partir de un personaje que descubre que una forma de abandonar el paro y la marginalidad, es haciéndose reportero del morbo. Para conseguir este propósito no duda en situarse, permanentemente, justo en la orilla de lo legal y absolutamente dentro de lo inmoral. Adorna sus justificaciones con ese lenguaje vacío con el que se identifica a los gestores formados en esas extrañas instituciones que son las modernas escuelas de negocios. Un lenguaje que sirve para todo, incluso para disculpar el comportamiento más repulsivo.
Lo realmente dramático es que esta conducta es útil desde el punto de vista de la obtención de beneficios de las empresas, lo que es tanto como decir que las dinámicas con las que nos ilustra el director de la película no sólo no tienen visos de acabarse sino que seguirán avanzando engarzados en un círculo donde la deshonestidad será, sin lugar a dudas, el comportamiento más apreciado por los gestores y accionistas de las empresas. Sin que, por el momento, se vislumbre ningún fin a esta espiral.
Si el guion, la narración y el trabajo del director son magníficos, la interpretación de Jake Gyllenhaal lo supera en varios grados. Una película fantástica en todos los aspectos que explica hasta qué grado de encanallamiento se pueden situar las personas en la búsqueda del éxito.

Germán. 

viernes, 6 de febrero de 2015

STILL ALICE
DE
RICHARD GLATZER Y WASH WESTMORLAND

Con una mala traducción del título (Siempre Alicia) como suele ser habitual, se etiqueta este drama basado en el best-seller de igual nombre de la autora Lisa Genova, y se desvirtúa de alguna forma el significado del film,  si bien el original  tampoco es de mucha ayuda.
Si uno lo pensara dos veces, no iría a ver este drama realista y delicadamente relatado. Tanto si se trata de una historia real como si no, lo que queda claro es que la autora conoce en profundidad la enfermedad, y nada de lo contado parece fruto de la imaginación. En todo caso cualquier historia sobre el Alzheimer precoz (y no tan precoz)  enfermedad devastadora  donde las haya, que determina el devenir trágico de los acontecimientos  sin escapatoria, resulta impactante. Si no sabíamos mucho sobre ella, saldremos del cine con la lección bien aprendida.
Sin intención de destripar la trama, hay que decir que de la evolución de la vida de Alice (protagonista femenina excelentemente encarnada por Julianne Moore), relatada en la película,  se obtiene  una lección de crudeza y ternura. Se nos muestran las transformaciones en el día a día  de la protagonista, desde su inicial vitalidad y energía  desbordantes, con una vida plena, intensa y rica en emociones, hasta la inanidad final, con lo que  el proceso de la enfermedad  (descrito con minuciosidad) resulta tan preciso como  demoledor. 
Con el aire de casi un documental, la dureza del devenir de la vida de Alice, atrapa y desconsuela a partes iguales.  Haciendo uso de unos ejemplos verdaderamente gráficos sobre las limitaciones que acaban padeciendo estos enfermos, se plasma a la perfección la vida (por llamarlo de alguna manera) en que se convierte la rutina diaria  de estas personas y de su entorno. No se escatiman detalles  escabrosos para mostrárnoslo.
Por perder, pierden estos enfermos, hasta la capacidad para decidir sobre sus propios destinos llegado el momento, por lo que se condenan (a sí mismos y a todos a su alrededor) a sobrevivir en un limbo de inconsciencia y dependencia, incapaces de la más elemental de las supervivencias.
La historia se interrumpe antes del  momento final, (thank  God!),  pero lo mostrado hasta entonces nos permite anticipar el dolor  por venir, lo cual no es ningún consuelo para el espectador que queda devastado, en todo caso. 
No sé quiénes están nominadas a mejor protagonista femenina junto con Julianne Moore por este papel en los próximos Oscar,  pero quienes sean sus rivales habrán de vérselas con una espléndida interpretación solo digna de actrices con enorme poderío.  Sin duda Julianne Moore lo posee a raudales. Por eso nos deja tan tocados nuestro encuentro con Alice.
Y no, ni el título original -ni su sucedáneo español- reflejan la realidad de lo relatado. Tristemente,  Alice  acaba convirtiéndose en  un fantasma de sí  misma.
Desaconsejable ir  a ver “Still Alice” en estados carenciales, porque costará  dios y ayuda recuperarse del bajón. Imprescindible disponer de un rato para tomarse unas copas después de la sesión para recuperar el tono anímico.

Alicia dixit