MADRE E HIJO
DE
CALIN
PETER NETZER
Al
olor del “Oso de Oro” y del premio
“FIPRECI” de la crítica internacional
del Festival de Berlín 2013, y de la
unánime crítica nacional sobre las bondades del film, acudo, no sin cierta
desconfianza, a ver la rumana “Madre e hijo”. Por esa
intuición mía que rara vez me falla, no las tenía todas conmigo, a pesar de lo
cual decidí dar un voto de confianza a tanta coincidencia. Las sesudas
interpretaciones leídas sobre la cinta me sirvieron para entender una película que
no deja claro el mensaje que quiere transmitir. De no ser por las lecturas
previas, nunca habría deducido que el
tema central del film es la relación de una madre castradora y su único hijo. O mejor dicho, la obsesión de una
madre cuya característica primordial es el exceso de control o la sobreprotección
que ejerce sobre su vástago. Y digo que
esto lo deduzco de las reseñas leídas, porque en la pantalla solamente veo una
narración perdida, desenfocada, poco precisa, borrosa, donde quien sale peor
parado no es la madre, en contra de lo
esperado, sino la supuesta víctima, el hijo. Si bien la
idea, parece ser, es la de que la madre ejerce un control enfermizo sobre su
hijo, que a pesar de tener más de 30 años y haber decidido independizarse, no
puede desembarazarse de la vigilancia de su progenitora que supervisa
todos y cada uno de sus movimientos, lo
cierto es que lo que vemos en la pantalla no es fiel reflejo de lo aquí contado.
Y digo contado (por mí, a partir de terceras lecturas) que no visto, porque yo no sé si habría llegado a esta
conclusión por mí misma.
Lo
que yo sí veo es la descripción de una
mujer de clase acomodada rumana, profesional liberal, que se muestra perpleja y
se lamenta de que su único hijo se aleje
de ella irremediable e incomprensiblemente
a sus ojos. Y a los míos también resulta inexplicable, porque a tenor del retrato que se nos hace de la
supuesta obsesa resulta difícil discernir las causas del rechazo. Del relato de
la mujer (en las conversaciones con la hermana) y de algún exabrupto del
personaje del hijo, se constata que éste
rechaza de forma visceral a la madre y se niega, sin contemplaciones, a dejarse
manejar. Exige ser él quien lleve las
riendas de la relación. Tenemos que deducir, por tanto, que hasta ese momento la cosa era bien distinta. No sé si pretende emplear
la elipsis como medio para abordar el relato, porque salvo un par de diálogos
explícitos, lo que se nos muestra en pantalla es cosa bien distinta de lo
esperable, pero de ser así, el intento resulta frustrado. En cambio se nos
muestra a una señora, que si bien se entromete en la vida de su hijo más allá
de lo que dicta el sentido común, sin embargo
esa invasión del espacio ajeno no es más
intensa de lo que suele darse en los casos
de madres de un único hijo cuando éste se
va de casa, y que padecen, por tanto, lo que los psicólogos norteamericanos han
bautizado como el “síndrome del nido vacío”. Es más, esta señora
se muestra cariñosa en todo momento, considerada y generosa y hasta cordial con la nuera, a pesar de que no es santo de su devoción lo
que no deja de ser una muestra de
respeto y de un grado encomiable de civilización por su parte. Qué cosa más
natural que a una madre no le parezca su
nuera lo suficientemente digna de su hijo!!!!! Siempre que mantenga las formas
y el trato correcto, cosa que no deja de
hacer la protagonista ni por un momento,
no encuentro nada reprochable en su conducta. Respecto del control al que quiere seguir sometiéndolo, se explica
con detalles tan irrisorios como el de tener colocada en su casa (la del hijo, se
entiende) a la asistenta que trabaja en la suya propia, con objeto
de estar informada de cuanto allí
acontece. Pero quién no siente curiosidad por conocer las condiciones en las que vive su hijo, por intrascendentes que estas puedan ser???? Nos ocurre hasta con nuestros propios vecinos de rellano. Y si no,
que alguien me explique qué es lo que mueve a miles de espectadores a seguir
con devoción los programas de “gran
hermano” que tanto proliferan en las parrillas. Vamos, que si esta señora es una madre castradora que venga Dios
y lo vea. A mí me parece una madre
preocupada por su hijo, como cualquier
madre “convencional”, que resulta respetuosa, afectiva, entregada a la causa de
proteger al hijo en una situación más que comprometida. En otras palabras el personaje femenino me
parece simpático, siendo la ordinariez y la brusquedad del hijo lo que me parece francamente fuera de lugar. O el
autor no sabe lo que es, en realidad, una madre castradora o es que no ha sabido contárnoslo. Si para vislumbrar
la intención del autor tienes que estar a
las explicaciones que te dan los propios
personajes, (o a la interpretación de
cierto sector de la crítica) es que algo falla.
En
cambio el mundo de la corrupción que lo impregna todo en la vida pública de
Rumanía, sí queda claramente expuesto. Aquí no se precisa de ninguna explicación adicional. Lo
que me confirma, por si cabía alguna duda, que el autor fracasa en la descripción de la
psicología de los personajes. Y no será porque no hay mil maneras de dibujar a
una madre posesiva y desequilibrada generadora de neurosis familiares. Quizá la
circunstancia elegida para el relato (un accidente de tráfico con resultado de muerte de un niño)
sea el menos adecuado para hacernos ver la capacidad manipuladora de la mujer. Porque más bien al contrario,
cualquier “madre tipo” haría lo
indecible por asistir a su hijo en una
situación crítica como la contada en la cinta.
Por
salvar algo de lo visto, diré que las interpretaciones son magníficas, pero no merecen por sí solas la asistencia el cine. Ninguna gran
interpretación es, en mi opinión, capaz
de salvar una película fallida como “Madre e hijo”. No encuentro, por tanto,
razón alguna para recomendarla. Por el contrario, en mi opinión lo recomendable es buscar alguna otra
película que ver, para matar el gusanillo de las ganas de ir al cine. Yo tenía un par de alternativas en cartera, por lo que me
resarciré tan pronto tenga oportunidad. Y esta vez sí me dejaré guiar por mi
olfato, que es fiel amigo y no me traiciona.
Alicia
dixit.