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LA VIDA MISMA.GERMÁN

Si no puedes escribir, escribe

domingo, 27 de abril de 2014

EL PASADO
DE
ASGHAR FARHADI

En ocasiones la ilusión por ir al cine y, sobre todo, por ir a ver determinado tipo de cine, se trunca cuando asistes a una burda instrumentalización de este arte para que te presenten una historia absolutamente retrógrada. El tufo que desprende toda la obra es difícilmente soportable.
En los momentos en que vivimos, en una nación como Francia, el autor nos presenta uno de los nuevos tipos de familia que ya tenemos más que interiorizados. En ellas prima la felicidad sobre la tremenda carga que supone mantener situaciones en las que la convivencia se hace insufrible. Esto que no pertenece ni tan siquiera a elenco de logros que las sociedades avanzadas se han dado, sino que pertenece al mundo del más puro y simple sentido común, lo pone en entredicho el creador de este bodrio.
La llegada del exmarido, iraní, de una mujer francesa que quiere legalmente  finiquitar su matrimonio con él (firmar el divorcio) porque está manteniendo una nueva relación, pone al descubierto los terribles tormentos que sufren los hijos del anterior matrimonio de su antigua pareja y la del hijo de la que va a ser la futura, de la que está embarazada.
El director complica aún más la situación y para ello, no tiene reparos en introducir un intento de suicidio de la mujer (francesa) de la nueva pareja de su exmujer.
Todos sufren y el buen iraní viene a dar lecciones de sentido común a una colección de irreverentes y desquiciados franceses que han perdido toda noción de los problemas que generan a sus hijos con estos frívolos cambios de pareja. ¡En fin! El colmo resulta ser que una persona viene -nada más y nada menos que de una sociedad como la iraní- a poner cordura a esta devastadora pérdida de valores a la que están conduciendo la mayoría de los franceses con esta ruptura del modelo de familia tradicional.
¡Esto no puede ser! Tanta falta de sacrificio por el mantenimiento de una feliz/infeliz familia solo conduce a la desventura de los inocentes niños. Ellos, que además de no verse reflejados en el nuevo estilo de vida sufren y padecen no pocos envites de violencia provocada por la tensión en la que están inmersos aquellos que quieren construir una nueva relación.
Las pobres víctimas que intenten cambiar una situación de difícil convivencia  provocarán múltiples desgracias: un intento de suicidio de la despechada mujer, la asunción de unas responsabilidades difícilmente asumibles por los hijos adolescentes, una intranquilidad y falta de adaptación con no pocos arranques de violencia para los hijos más pequeños, un terrible sentimiento de culpa para el exmarido de la que ha intentado suicidarse y una falta de seguridad en la decisión de la nueva pareja de este que se ve agravada con un irresponsable embarazo.
Un buen iraní, con aspecto de cura católico obrero, aterrizará en esta especie de Sodoma francesa dispuesto a interponerse entre todo este desmán para resolver la situación.
Al director se le ha ido la mano en este folletín más propio de radionovelas de un tiempo que afortunadamente ya hemos superado y que, mal que le pese a muchos, no van a volver. Una historia que de puro retrógrada resulta repugnante.

Germán.  

domingo, 20 de abril de 2014

GUILLAUME Y LOS CHICOS A LA MESA
DE
GUILLAUME GALLIENNE

La excelsa “Guillaume y los chicos, a la mesa” viene precedida por numerosos galardones, entre los que se encuentran todos los César posibles del cine francés, de manera que no tiene mérito alguno haber tomado la decisión de ir a verla al cine. Y no defrauda lo más mínimo. Desde el inicio mismo hasta el fin, el esperpento es de tal calibre y está relatado con tanta gracia, que te atrapa hasta la carcajada. Sí, es una comedia. Comedia de humor tonificante, estimulante. La dificultad de contar una historia  trágica- como es la de las peripecias del autor-  en tono humorístico debe ser mucha, porque las aventuras vividas debieron ser un infierno para el niño y el adolescente que fue. Ahora bien, es tal  el derroche de humor que desde la distancia de la edad adulta se produce,  sin el menor atisbo de rencor, desprovisto de revanchismo, que  resulta del todo  revitalizante. Ser capaz de sobreponerse a una madre chiflada  y egoísta como la descrita, sin perder la cordura, bien merecerían, aunque solo fuera, mi admiración. Si además de sobrellevarlo y sobrevivir, se hace gala  del sentido del humor  exhibido, se  demuestra ser portador de una  lucidez y una inteligencia  al alcance de muy pocos. El resultado final no puede ser más que el de una magnífica comedia, como así es. La genialidad de los personajes que habitan la película es digna de elogio (desde el padre espantado, hasta los hermanos burlones,  pasando por la aristocrática abuela rusa en el exilio) y componen junto con los papeles interpretados por Guillaume Gallienne (Guillaume niño, joven, adulto y el papel de la madre, que a veces nos recuerda  a   Dustin Hoffman en Tootsie) un perfecto mosaico de personajes desternillantes. No relataré las peripecias para no desvelar el argumento, pero desde las vacaciones en Cádiz,  hasta la estancia en el balneario austriaco, pasando por  las veleidades  del protagonista en locales de  ambiente componen una obra rocambolesca  digna del mejor astracán. Pero lo más brutal, y a la vez lo más desternillante de todo resulta ser el realismo de lo acontecido, lo grotesco  del relato  y sus personajes de carne y hueso. En definitiva, “Les garçons et Guillaume, à table!!" resulta ser una comedia imprescindible para cualquier cinéfilo que se precie.  
Qué gozoso disfrute y qué envidia  provoca descubrir gente capaz de reírse de sus propias miserias con este desparpajo…….Y cuantas enseñanzas se sacan!! Cada desgracia, contiene en sí misma su mejor chanza, solo hay que ser capaz de reírse de uno mismo……
Comedia sin duda terapéutica para su autor, pero también para su público, es el mejor premio que uno puede ofrecerse una tarde cualquiera de un fin de semana cualquiera: ir al cine en buena compañía y soltarse la melena.
Alicia dixit.

QUAI D’ ORSAY
(CRONICAS DIPLOMÁTICAS)
DE
BERTRAND TAVERNIER

Ir al cine a ver una comedia y encontrarse con una obra muy próxima al hiperrealismo, es lo que se experimenta cuando se acude a disfrutar de esta obra.
La sociedad europea y por ende la española necesitaban de esta película. Un film que inspirado en un famoso comic nos refleja de forma magistral cómo son las interioridades de la acción política. No nos confundamos, el problema que viven gran parte de las sociedades avanzadas con democracias firmemente asentadas no es la política en sí misma, sino su acción y, sobre todo, los personajes que han conseguido encaramarse en este honorable oficio para hacer del mismo su modo de subsistencia.
Bertrand Tavernier con un inteligente humor nos desvela como es el día a día de un ministro de Estado -en los ministerios técnicos no debe ser muy diferente- y de su grupo de fieles asesores. Estos, tienen que lidiar con la más grande dificultad ante la que se puede encontrar un técnico ¿sentar las bases de la política exterior de una gran potencia con armamento nuclear y un pasado colonial importante? no, tienen que hacer frente a un arduo trabajo: interpretar a su jefe. Este, desde la cima de su propia vanidad va dando órdenes contradictorias (opuestas al más mínimo sentido de estado);  busca, permanentemente, referentes que inspiren la alta estima que tiene de sí mismo. En tal alta cumbre se ve que para reafirmarse, se impone, igualmente, un comportamiento y unas formas de actuar acordes con su vacuidad: Pisa fuerte, muy fuerte; abre y cierra las puertas con un gran derroche de energía; práctica jogging y obliga a sus asesores a seguirle mientras imparte instrucciones; el ejercicio del mando llega a cualquier lugar: incluso mientras está meando necesita un asesor al que dar órdenes.
¿Mientras tanto quién resuelve los problemas de gestión? Un abnegado funcionario que conoce a la perfección su oficio. Así, este se ve obligado a tener que hacer un doble esfuerzo, por un lado esquivar a su jefe y por otro resolver los problemas de un ministerio tan importante como es el de Asuntos Exteriores.
A todos aquellos especialistas en saber qué es lo que hay que hacer, ocupando el espacio de las soluciones generalistas pero que jamás van a ofrecer nada sobre el cómo hacer las cosas, va dirigida esta película. La política, con el consentimiento de los ciudadanos, se ha transformado en lo que nos muestra el director de este film. Seguiremos asistiendo a este completo despropósito hasta tanto nos decidamos a participar activamente en las instituciones para desde dentro de ellas corregir este sinsentido.
A todos aquellos funcionarios que realizan su trabajo en la delgada línea que separa lo administrativo de lo político, también va dirigida esta obra. Ellos con su sentido de la profesionalidad, no sólo consiguen sobrevivir, sino que con no poco esfuerzo (pensemos que si el papel del protagonista es el del acertado comportamiento un ministro, imaginemos a dónde puede llegar esta situación según bajas en el escalafón de los puestos políticos) son capaces de centrarse en lo esencial y que las instituciones funcionen.
Esta película tiene una gran carga de profundidad. Con gran sentido del humor nos muestra la realidad de la acción política, algo que necesariamente entre todos tendremos que cambiar desde sus mismos principios. Si generalizamos e incrementamos nuestra participación como ciudadanos seremos capaces de transformar la forma en que se ejerce la política. Esto es posible, Bertrand Tavernier nos estimula a ello.

Germán.      

domingo, 6 de abril de 2014

IDA
DE
PAWEL PAWLIKOWSKI

Con el fallecimiento de Adolfo Suarez la etapa de la transición a la democracia ha recuperado protagonismo. Por mi edad, me tocó vivir en directo este momento. Por  ello mantengo bastante frescos muchos recuerdos de entonces. De estos, unos de los que más vivamente conservo son los que se refieren a ese debate ideológico que se sucedía en cada rincón de los barrios periféricos de las grandes ciudades, generalmente engendros del franquismo. El cambio de régimen estaba descontado y el poderío del Partido Comunista de España era una realidad social. A la sombra de esa fortaleza y de las numerosas escisiones que se habían producido en el PCE, fruto de la evolución ideológica y de las variadas implantaciones del llamado socialismo real, flotaban en el aire un sin fin de partidos marxistas con diferentes apellidos: leninistas, mahoistas, stalinistas, troskistas e incluso un modelo típicamente nacional, el socialismo carlista (con todos mis respetos hacía sus seguidores), etc. Con esta amalgama de partidos y con el muro de Berlín en pie muchos de los seguidores de esta constelación miraban a los países del Este de Europa como un referente del cambio hacía donde debía conducirse nuestro país. En aquel momento ya existía entre otras cosas el Interrail y no era difícil que para  poder visitar algún país de la Europa occidental hubiera que atravesar alguno de la órbita soviética. El impacto era de tal calibre que podías sentir cierto  resquemor de que este universo de partidos comunistas nos condujera a un modelo que simplemente de un primer vistazo, ya aterrorizaba. Terror, que se acentuaba cuando podías compararlo con la Europa occidental y en concreto, con los países en los que la social democracia había conseguido consolidar su modelo. Este es hoy el referente para el conjunto de la izquierda social española.
Por esos motivos es por lo que siempre me siento entre atraído y obligado a ir a ver películas que muestren en imágenes cómo era la vida en el llamado socialismo real. El objetivo es el de realizar un ejercicio de contraste entre las impresiones que te provocaban aquellos viajes y lo que nos muestran los realizadores de estas películas. En los últimos años hemos podido asistir a grandes obras que nos los han retratado con exactitud, por ejemplo: “La vida de los otros” o “Cuatro meses, tres semanas y dos días”.
Ida, si bien, en algunos aspectos, no ha respondido, cien por cien, a lo que esperaba de ella en particular en lo relativo a la violenta delación entre compatriotas polacos durante la ocupación nazi. Ésta, cuya magnitud fue sorprendente en un país tan ultra católico como es Polonia no se plantea en la película. En otros aspectos sí he salido plenamente satisfecho. El director con la utilización del blanco y negro y con una casi absoluta falta de movimientos de cámara es capaz de hacernos sentir la tristeza fruto de la represión política que invadía esta sociedad. No necesita tampoco utilizar como recurso adicional para remarcar determinadas secuencias el acompañamiento de la música. Las escenas hablan por sí solas.
La contraposición entre los dos personajes, magníficamente interpretados, una novicia que antes de tomar los votos abandona temporalmente el convento para visitar a su única familiar viva, una tía. Ésta, funcionaria judicial del régimen que fruto de su radicalismo ideológico unido al rencor que anida en su subconsciente por la barbarie de la guerra, se ve abocada a tomar decisiones que su conciencia no puede aceptar. Así, para sobreponerse a su sufrimiento necesita de todos los recursos externos que su modelo, el socialista le ofrece. Su adicción a la bebida la hace caer en desgracia ante el aparato del Estado.
Las dos buscan a sus familiares comunes. Mediante esta búsqueda el director nos muestra la Polonia de los años 60. A través del recorrido nos enseña las tristezas y miserias humanas que acompañaban al régimen comunista polaco así como la violencia entre compatriotas de diferentes creencias religiosas durante la ocupación. El viaje resalta los tormentos que sufre la tía y a la futura religiosa le permite experimentar la vida que existe extramuros del convento. Finalmente, la radical comunista no puede soportar las contradicciones sobre las que ha construido su vida y la sobrina no encuentra especiales diferencias entre la desdicha del convento y lo que le ofrece la vida fuera del mismo. Por último, ésta opta por continuar su camino priorizando la conformidad sobre la curiosidad.  

Germán.