EL
PASADO
DE
ASGHAR
FARHADI
En ocasiones la ilusión por
ir al cine y, sobre todo, por ir a ver determinado tipo de cine, se trunca
cuando asistes a una burda instrumentalización de este arte para que te
presenten una historia absolutamente retrógrada. El tufo que desprende toda la
obra es difícilmente soportable.
En los momentos en que
vivimos, en una nación como Francia, el autor nos presenta uno de los nuevos
tipos de familia que ya tenemos más que interiorizados. En ellas prima la
felicidad sobre la tremenda carga que supone mantener situaciones en las que la
convivencia se hace insufrible. Esto que no pertenece ni tan siquiera a elenco
de logros que las sociedades avanzadas se han dado, sino que pertenece al mundo
del más puro y simple sentido común, lo pone en entredicho el creador de este
bodrio.
La llegada del exmarido, iraní,
de una mujer francesa que quiere legalmente finiquitar su matrimonio con él (firmar el
divorcio) porque está manteniendo una nueva relación, pone al descubierto los
terribles tormentos que sufren los hijos del anterior matrimonio de su antigua
pareja y la del hijo de la que va a ser la futura, de la que está embarazada.
El director complica aún
más la situación y para ello, no tiene reparos en introducir un intento de
suicidio de la mujer (francesa) de la nueva pareja de su exmujer.
Todos sufren y el buen iraní
viene a dar lecciones de sentido común a una colección de irreverentes y
desquiciados franceses que han perdido toda noción de los problemas que generan
a sus hijos con estos frívolos cambios de pareja. ¡En fin! El colmo resulta ser
que una persona viene -nada más y nada menos que de una sociedad como la iraní-
a poner cordura a esta devastadora pérdida de valores a la que están conduciendo
la mayoría de los franceses con esta ruptura del modelo de familia tradicional.
¡Esto no puede ser! Tanta
falta de sacrificio por el mantenimiento de una feliz/infeliz familia solo
conduce a la desventura de los inocentes niños. Ellos, que además de no verse
reflejados en el nuevo estilo de vida sufren y padecen no pocos envites de
violencia provocada por la tensión en la que están inmersos aquellos que quieren
construir una nueva relación.
Las pobres víctimas que
intenten cambiar una situación de difícil convivencia provocarán múltiples desgracias: un intento
de suicidio de la despechada mujer, la asunción de unas responsabilidades difícilmente
asumibles por los hijos adolescentes, una intranquilidad y falta de adaptación
con no pocos arranques de violencia para los hijos más pequeños, un terrible
sentimiento de culpa para el exmarido de la que ha intentado suicidarse y una
falta de seguridad en la decisión de la nueva pareja de este que se ve agravada
con un irresponsable embarazo.
Un buen iraní, con aspecto
de cura católico obrero, aterrizará en esta especie de Sodoma francesa
dispuesto a interponerse entre todo este desmán para resolver la situación.
Al director se le ha ido la
mano en este folletín más propio de radionovelas de un tiempo que
afortunadamente ya hemos superado y que, mal que le pese a muchos, no van a
volver. Una historia que de puro retrógrada resulta repugnante.
Germán.