A
PERFECT DAY
DE
FERNANDO
LEÓN DE ARANOA
Excelente cambio de registro
de Fernando León de Aranoa, que hace su
primera incursión en el cine rodado en inglés con un excelente resultado.
Siguiendo los pasos de otros cineastas que se desenvuelven en ese terreno como pez en el agua - Isabel
Coixet, Alejandro Amenábar o J. A. Bayona- elige, con buen criterio, rodar en inglés su film sobre la vida de los cooperantes en los conflictos
bélicos. Dadas los características cosmopolitas
de este tipo de “organizaciones”, elegir el inglés que sirve como medio de
comunicación en estas circunstancias (y casi en todas) parece más que pertinente. Y claro, con las
posibilidades que ello ofrece, la elección
del elenco ha sido inmejorable. Un poderoso Benicio del Toro, haciendo gala de su
particular magnetismo, llena la pantalla
de veracidad con cualquier personaje que interprete, pero éste, en particular, parece escrito para
él. Tim Robbins, por su parte, le da una
perfecta réplica con su personaje dislocado. Las actrices –para mí
desconocidas- están correctas.
Al margen de la valoración de
las interpretaciones del film, brillantes en líneas generales, la película sabe
introducirnos en la violencia, la barbarie y la irracionalidad de las guerras pasando
todo ello por el tamiz de ese sarcasmo
tan característico del cine de León de Aranoa que nos permite sobrellevar la
dureza de la narración, independientemente de las historias, más o menos
personales que se utilizan como coartada. El conflicto de los Balcanes es una
excusa próxima en el tiempo y en el
espacio, para enfrentarnos a lo
irracional de cualquier guerra y, por ende,
a lo desolador de la labor de los cooperantes en su empeño por asistir a
sus víctimas.
No hay escenas de violencia
explícita, ni bombardeos, ni batallas ni escenas gore de ninguna clase. Aun
así, algunas de ellas son tan demoledoras que producen una conmoción más
efectiva que si de “acciones bélicas convencionales se tratara”. El
descubrimiento en la casa abandonada del niño protagonista es un claro ejemplo
de cómo impactar sin recurrir a la sangre ni a las vísceras. Historias
tan aparentemente secundarias como la de
la venta de un balón, nos presentan en
la pantalla la crudeza de lo irreparable de las pérdidas inevitablemente
sufridas en cualquier guerra. Todo ello
aderezado por una situación rocambolesca
en torno a la que se desarrolla toda la historia (las dificultades para limpiar un pozo contaminado por la presencia
de un cadáver, para que la población del lugar pueda disponer de agua potable)
no es más que una simple muestra de las
múltiples situaciones “surrealistas” que constituyen la normalidad en la vida
de las personas en guerra. Por otra
parte, resulta particularmente grotesca
la burocracia, que incluso en este contexto, hace acto de presencia para
dificultar, por no decir que para impedir, la resolución de los problemas más cotidianos
y en apariencia más sencillos. La
avaricia humana desprovista de toda humanidad se hace especialmente repugnante
cuando se trata de sacar provecho de las
situaciones más dramáticas (los traficantes de agua). Y para hacernos el relato
más creíble, hacen su aparición, igualmente, los conflictos interpersonales,
que lejos de distraer del tema central – el conflicto bélico, en cuestión- nos aproximan a la “normalidad” de
los personajes que viven en estas circunstancias, y que son, al fin y a la
postre, personas de carne y hueso.
Sabor agridulce el que nos
deja la película de León de Aranoa, que aunque parezca mentira, es capaz de
arrancarnos sonrisas de entre tanta desolación.
Maestría inigualable la
mostrada por el director tanto en el empleo de las elipsis como en el sabio manejo del humor del que impregna el desgarro
de sus historias (ya sea el paro en “Los
domingos al sol”; la inmigración en “Princesas”; la marginalidad causada por la pobreza en
“Barrio” o la soledad en “Familia”). Y su efecto es demoledor. Uno
solo se apercibe del horror con una cierta distancia, transcurrido un cierto
tiempo. Es lo que podríamos denominar cine de efecto retardado.
Enhorabuena, Fernando porque
nos estremeces sin hacernos perder la sonrisa. Nos remueves la conciencia sin que apenas nos demos cuenta, sutilmente, con exquisita delicadeza. Más que cine lo que tú haces es magia!!!!!
Alicia dixit