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LA VIDA MISMA.GERMÁN

Si no puedes escribir, escribe

sábado, 22 de febrero de 2014

VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS
DE
DAVID TRUEBA

Quién dice que no se hace buen cine en España? Obviamente gente que no ve cine. Ni español ni de ningún tipo. Gente que solo se deja seducir por los artificios de los efectos especiales, las películas de acción o las lacrimógenas comedias románticas made in USA tan del gusto –incomprensiblemente para mi- del público patrio. Cine oscarizado, fácil, en otras palabras. Comprendo que esa gente ignore el cine español de calidad, incluso que lo desprecie. En definitiva, es gente que no ama el cine. Los verdaderos cinéfilos no podrán dejar de conmoverse con “Vivir es fácil con los ojos cerrados”.
Que David es un artista talentoso es algo fuera de toda duda, a estas alturas de la película,  porque es versátil, completo, renacentista, me atrevería a afirmar. Escribe grandes guiones, compone brillantes historias, dirige con mano certera, y transmite  a sus actores la psicología de los personajes con milimétrica precisión,  con exquisita sensibilidad, recrea personajes emblemáticos (ficticios o inspirados en la realidad) gente conmovedoramente entrañable. Creo que estamos asistiendo (si es que no ha ocurrido ya) a la consagración de un grande del cine.
En esta ocasión, supera con creces  lo que ya sabíamos que podíamos esperar de él: escribe un guión delicioso, plagado de diálogos chispeantes, que te lleva de la carcajada a la emoción con idéntica facilidad. Pinta unos personajes entrañables, héroes de la vida cotidiana que te ganan desde el primer momento. Nos ofrece una película brillante desde el trepidante inicio (en 10 minutos ya te ha presentado a los tres protagonistas y la realidad en la que cada uno se desenvuelve), hasta el conmovedor final (consiguió emocionarme, después de tantos años, con los acordes y la poesía  de “Strawberry fields for ever”: “living is easy with eyes closed, misunderstanding all you see……” cantada por su autor, John Lennon. Una vez presentados los personajes, los hace encontrarse de forma que vivan una aventura compartida en una road movie de impecable factura.
Nunca hubiera pensado que el formato de “road movie”, iba a acabar entusiasmándome tanto (recuerdo con delectación “The straight story” o “Wild heart”, por poner algunos ejemplos míticos), pero esta película nada tiene que envidiar a ninguna de ellas.
En primer lugar nos presenta al maestro vocacional, comprometido (magnífico regalo para  un convincente Javier Cámara) que arrastra su soledad en un sistema represivo y castrante, solo mitigada por su entrega a la labor Educativa  (con mayúsculas), en busca de su sueño de ver y hablar con John Lennon que rueda “How I won the war” en tierras almerienses. A continuación, nos introduce a la joven  preñada que decide tomar las riendas de su vida, contra viento y marea, para  llevar a término su embarazo en una sociedad pacata e hipócrita que no se lo pone fácil.  Finalmente, nos retrata a un adolescente rebelde que no se resigna a vivir en un hogar encabezado por un padre autoritario, intransigente, violento, del que decide huir y que representa la esperanza de una juventud inconformista, luchadora y cabal.  Y  todo ello lo enmarca en la más rancia España del primer tardofranquismo, perfectamente descrita a través de las historias relatadas, con la inmejorable escenografía de la  Almería profunda del Cabo de Gata.
Y con ese panorama sórdido, el humor actúa como acicate  para levantar una historia optimista, vital, entusiasta y llena de esperanza. Con un presupuesto mínimo, rodada en un tiempo record, y con  los únicos mimbres de unos personajes deliciosos, excelentemente interpretados por grandes actores (sorprendente la frescura de Natalia de Molina,  a la que auguro un futuro prometedor), David nos regala una obra cumbre del cine español. Al nivel de los más universales de nuestros directores.
En esta ocasión mi coincidencia con los académicos es absoluta. La mejor película, el mejor guion, las mejores interpretaciones masculina y femenina, la mejor dirección. Han tenido tino y han dado en la diana, y no es por demérito del resto de cintas en liza (que, francamente, no le llegan ni a la suela de los zapatos), sino por méritos propios, por su indudable calidad. La única duda que me surge es  qué cuernos pinta la insustancial película de Gracia Querejeta en la carrera de los oscars?
Película repleta de simbolismos, ternura a raudales, con entrañables personajes que lidian con sus tragedias personales con fortaleza, dignidad, sin conformismo. Película que contagia alegría y entusiasmo. Me faltan adjetivos para describir la emoción sentida, y todavía bajo los efectos del impacto sufrido, no me queda más que rendirme a los pies del grandioso David Trueba. Me quito el sombrero, maestro!!!!

Alicia dixit.

domingo, 16 de febrero de 2014

LA LADRONA DE LIBROS
DE
BRIAN PERCIVAL

         La industria del cine tiene una vitalidad que, aún a día de hoy, no deja de sorprenderme. Su vida y producción llevan una velocidad endiablada. Cada temporada, consigue mantener el interés como arte y como negocio con un número importante de clientes (por qué no decirlo así). Instaurar y sostener en el tiempo este oficio basado sobre todo en la creación y en el fomento de hacer tuyas las historias, sin caer en una tediosa repetición, tiene un mérito notable. Este, es uno de los aspectos reseñables de la maravillosa gente que es capaz de mantener, con gran éxito, un sector productivo mundial como es el cine. Además de ello, el séptimo arte es capaz de realizar una serie de películas en las que se mantienen indelebles en el tiempo unos principios y unos valores que a fuerza de repetirse es imposible que sigan triunfando. La grandeza de este espectáculo consiste en la capacidad de empatizar con los sentimientos de los espectadores. De esta manera, vuelven a aparecer en la cartelera algunos títulos que mantienen invariable este espíritu. Unas elevadas dosis de sentimentalismo en las que la ternura de unos niños es el medio para conectar con el espectador. Todo ello desarrollado en momentos históricos en los que más se ha equivocado la humanidad. En estas narraciones siempre es la inocencia infantil la que pone entendimiento y cordura a la sinrazón humana.
         La película “La ladrona de libros” pertenece a ese género cinematográfico que a mí me gusta definir como el cine de los artesanos. Responde a una forma de hacer películas que tiene garantizado su éxito en taquilla. Cuenta con todos los elementos necesarios para que no pase desapercibida ¿Es una película prescindible? Puede que para ir a la sala sí, pero para verla en casa en el DVD una tarde de invierno, es adecuada.
         La dirección de la película es más que correcta. Los productores han sabido escoger al director que mejor encaja, Brian Percival. Éste, conocido por ser el director de la serie televisiva “Downtoun Abbey” aplica muchos de los recursos que exige el medio televisivo. Lo hace con un gran acierto, de tal manera que en ningún momento cae en el fácil recurso de lo lacrimógeno sino que sabe mantenerse a una prudencial distancia, lo cual, te permite ver con nitidez la pantalla, en ningún caso entre aguas. Para no rendirse a la cordura infantil, lo que haría que fuesen los chiquillos los que mejor expresasen la locura del régimen nazi. Para conseguirlo, el director, los sitúa entre dos adultos Geoffrey Rush, que hace un papel de padre adoptivo sensato ante la barbarie, y que lo aleja de sus estereotipados papeles de personaje excéntrico, y Emily Watson la madre adoptiva de gruñidos superficiales pero que a través de su sentido de la responsabilidad desprende todo tipo de emociones. Se agradece que el director no haya hecho girar toda la historia en torno a dos niños preciosos Sophie Wélisse y Nico Liersch para así distanciarse, inteligentemente, de las películas que rigen los cánones de la factoría Disney.
         “La ladrona de libros” probablemente no pasará a la historia. Probablemente la olvidemos en el presente inmediato, pero puede que cuando la emitan en televisión dentro de unos años pensemos: ¡ah!, esta película de nazis, la vi en su día y según avance y la vayamos rememorando nos mantendremos atentos hasta final. La magia del cine.
Germán.

sábado, 8 de febrero de 2014

LA GRAN BELLEZA
DE
PAOLO SORRENTINO

         En ocasiones es incompresible lo que te empuja a ir al cine. Un infinito cansancio fuera de la hora habitual, ha sido el último impulso que me ha arrastrado a ver una película. Mi motivación era más dejar correr el tiempo y así poder aguantar despierto hasta que llegara la hora justa de dormir. Si lo conseguía podría disfrutar de un necesario descanso y cargarme de energía para el día siguiente. Con esta motivación y sin mejor oferta que una débil recomendación he visto “La gran belleza”.
         Nada más empezar me atrapó el esplendor del inicio y la elegancia del protagonista. Siento como si el sueño actuase en mí con un efecto psicotrópico y éste magnificase las imágenes a las que paulatinamente iba asistiendo. A medida que la cinta discurre me desaparece el cansancio y estoy tan atrapado en la historia que me produce el mismo descanso que si estuviese durmiendo acompañado de un delicioso sueño.
         “La gran belleza” es una maravillosa obra de arte narrada con un estilo felliniano que nos muestra la majestuosa ciudad de Roma invadida por una serie de personajes que viven en una fiesta perpetua. Fiestas en las que se combina la estética del más puro estilo Tele 5 con las mejores imágenes del Renacimiento, todo ello dentro de un marco inspirado en la decadencia del imperio romano. Un elegante espectador, escritor de una sola obra literaria de éxito, nos muestra con un alto grado de cinismo a una alta sociedad que vive la noche refugiándose en la nada más absoluta, incapaz de entender su propia existencia, ignorante de su caótica decadencia en la que triunfa la estética del botox. Una Roma en la que no puede dejar de estar presente la iglesia católica en forma de cardenal cuya única conversación, en este exceso de lujo y oropel, versa sobre unas insistentes excelencias culinarias, algo muy parecido a una infinita homilía sobre cómo abandonarse con intensidad a la gula.
         El protagonista Jep Gambardella, árbitro de la elegancia, es el perfecto maestro de ceremonias para esta maravillosa obra de arte en la que con un caótico orden nos construye una historia que todos tenemos en mente y para la que no somos capaces de encontrar ni las palabras, ni el estilo, ni las imágenes para poder  contarla. En el fondo de nuestros pensamientos sentimos una especial envidia por haber sabido mostrarnos algo que nos hubiese gustado relatar a nosotros.
         Una película grandiosa que me había pasado desapercibida y que gracias a ese papel que en nuestras vidas juega la existencia del cine me permitió relajarme de tal manera que esa noche disfruté de un sueño intenso y reparador. Estos son otros de los efectos benéficos de ir al cine, en cualquier momento y en cualquier lugar, en este caso en Sevilla. Un pretexto más para tener presente esta bonita urbe.

Germán.