EL
PUENTE DE LOS ESPIAS
DE
STEVEN
SPIELBERG
Ir al cine a ver una película
de Spielberg es garantía de asistir a una obra en la que primará la elegancia
en su ejecución. “El puente de los espías” no defrauda. Sobre este director siempre
planean críticas por una supuesta blandura o por ser deudor de su factura
netamente americana. Por mi parte, ni lo afirmo ni lo niego. Aunque la verdad
cada vez que veo un film suyo a la salida se me queda una sonrisa tonta de
haber pasado un buen rato ¿quién puede pedir más en los tiempos que corren?
La historia, basada en un
hecho real, nos muestra las tensiones de la guerra fría con una perfecta
ambientación. Esa etapa de la historia de la humanidad, siempre se nos ha presentado
como la confrontación de dos principios, el de la libertad y el de la igualdad.
En la industria cinematográfica se ha reducido a una organización maniquea del
mundo: los buenos contra los malos (los buenos siempre son los yanquis, claro
está). Y, en efecto, hasta cierto punto el argumento está estructurado
manteniendo esa dualidad, pero solo en
su estructura. Spielberg ha encargado el guion a los hermanos Coen y estos introducen
importantes matices que hacen que la obra tenga esenciales diferencias respecto
de las clásicas obras de la guerra fría. Así, dan una especial relevancia al
mundo civil frente al militar. El protagonista, un abogado de prestigio de vida
ordenada, el mejor representante del “American
way of life”, se ve envuelto en una situación que fundamentalmente, le
incomoda. Tanto es así que su mayor deseo es resolverlo cuanto antes, quitarse
el abrigo y tenderse en la cama de su confortable casa. Cero sentimientos patrióticos.
A medida que se ve implicado en resolver el encargo, el personaje va tomando una
dimensión cada vez más humana, de forma que ignora el lenguaje de la patria -ese
en el que lo más importante es salvar a la reina del tablero aunque haya que
sacrificar un peón- además de defenderlo desde su personal sentido de las
libertades individuales y de su interpretación de la democracia. Los Coen
construyen una historia de espías que no tiene nada que ver con lo que
conocíamos hasta ahora. Además, reelaboran las relaciones de la guerra fría, sin dinamismo, casi sin intriga, con un toque
de elegancia y sobriedad propias de los verdaderos momentos heroicos.
En cuanto a la interpretación,
nada que no esperásemos de Tom Hanks, un maestro. Este no solo está siempre dispuesto
a seguir a Spielberg sino que la relación entre ambos es siempre perfecta. Parece
como si se necesitaran el uno al otro para culminar cualquier narración.
En definitiva, sí, es una
película netamente americana con toques específicos para su mercado, es decir
que incluye alguna que otra ñoñería pero que en su desarrollo nos pone al
descubierto una serie de matices muy interesantes. Si lo que buscas es cine
atractivo y formal Spielberg nunca desilusiona.
Germán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario